2011

2011

Actas del sexto congreso internacional de estudios galdosianos

Título y subtítulo VI Congreso Internacional Galdosiano
Autores secundarios ArencibiaYolanda ; del Prado EscobarMaríaQuintanaRosa María
Entidad Congreso Internacional Galdosiano (6º1997. Las Palmas de Gran Canaria)
Tipo de documento Congreso y conferencia
Lugar de publicación Las Palmas de Gran Canaria
Editorial Cabildo Insular de Gran CanariaServicio de Museos
Fecha 1997
Páginas 1116 p.
Materias Pérez GaldósBenitoLiteratura canariaHistoria y críticaInterpretación
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Fuente de la información: http://bibcontentdm.ulpgc.es/cdm/singleitem/collection/MDC/id/70766/rec/219

Actas del octavo congreso internacional de estudios galdosianos

Título y subtítulo Actas del quinto Congreso Internacional de Estudios Galdosianos (1992)
Entidad Congreso Internacional de Estudios Galdosianos (5º1992. Las Palmas de Gran Canaria)
Tipo de documento Congreso y conferencia
Lugar de publicación Las Palmas de Gran Canaria
Editorial Cabildo Insular
Fecha 2005
Páginas 2v.
Materias Pérez GaldósBenito (1843-1920)Críticainterpretación
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[Artículo] Notas sobre el realismo en «observaciones sobre la novela contemporánea en España», de Víctor Fuentes

Notas sobre el realismo en «observaciones sobre la novela contemporánea en España»

Víctor Fuentes 

 

Galdós participa del gran entusiasmo de las capas medias por la causa de la revolución de septiembre, 1868. La burguesía, al timón de la sociedad, se apresta a hacer su revolución. Ha llegado, también, la hora para la novela, género cuyo desarrollo en Europa está vinculado al de la burguesía. Así lo ve Galdós quien en 1870 publica sus «Observaciones sobre la novela contemporánea en España»,206 en donde anuncia un florecimiento del género como reflejo y expresión de la nueva sociedad burguesa que alborea.

En sus «Observaciones…», el tema del arte, de la novela moderna, está inextricablemente ligado al de la política, al destino de la burguesía:

La novela moderna de costumbres ha de ser la expresión de cuanto bueno y malo existe en el fondo de esa clase, de la incesante agitación que la elabora, de ese empeño que manifiesta por encontrar ciertos ideales y resolver ciertos problemas que preocupan a todos, y conocer el origen y el remedio de ciertos males que turban las familias.La grande aspiración del arte literario de nuestro tiempo es dar forma a todo esto. (El subrayado es mío. V. F.)207

Con gran optimismo, D. Benito exalta los valores de la burguesía liberal, «las tantas cosas buenas que nos ha traído el gran siglo», que ve a punto de su plena realización: «la participación de todos en la vida pública ha reconstituido el ser humano con la noción de la dignidad del mérito personal… nos da a todos la seguridad de que si valemos hemos de ser apreciados y, la mayor conquista, la seguridad que tiene el individuo de influir personalmente en la suerte de la socidad».208 Y, para el novelista la «seguridad», también, de influir con su arte.209 No va a ser quien va a decidir directamente las graves cuestiones que se plantea la sociedad, nos dice el escritor, pero «si tiene la misión de reflejar esta turbación, esta lucha incesante de principios y hechos que constituyen el maravilloso drama de la vida actual»;210 con su arte será el espejo de esta sociedad.

Las «Observaciones sobre la novela contemporánea» bosquejan los principios que, según los análisis de Lukács, caracterizan al realismo de los grandes novelistas del siglo XIX.211 Enumeramos esquemáticamente estos principios, reduciéndolos a seis, y, a continuación, analizamos como se expresan en las «Observaciones…»:

1) Reproducción poética de la realidad. 2) El tipo, categoría central de la concepción realista de la novela. 3) La tendencia ideológica como inmanente a la situación y a la acción y no imponiéndose a ellas. 4) Relación indisoluble entre el hombre privado y el hombre público. 5) Independencia de los personajes. 6) Imperativo de presentar un espejo al mundo y hacer progresar la evolución de la humanidad gracias a la imagen reflejada.

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1. Lukács nos habla del «apasionado esfuerzo por una reproducción amplia y efectiva de la realidad», auténtico criterio de la grandeza literaria; habla, también, de que los grandes realistas «captan y reproducen la realidad según su objetiva esencia», comprendiéndola en «su multiplicidad, en sus niveles, en sus movimientos y en sus contradicciones». Galdós, en sus «Observaciones…», expresa esa pasión por captar y reproducir artísticamente la realidad nacional. Postula «la gran novela de costumbres, la obra vasta y compleja»,212 que está por hacer en España, en la que se planteen las graves cuestiones» y refleje «esta turbación honda, esta lucha incesante de principios y hechos que constituye el maravilloso drama de la vida actual».

Una novela, basada en la «pura observación», novela de «verdad y de caracteres» en la que todos sus elementos se organicen «para formar un cuerpo multiforme y vario, pero complejo, organizado y uno, como la misma sociedad»;213 una novela que se diga, como de las de Cervantes y Dickens, «¡Qué verdadero es esto! Parece cosa de la vida. Tal o cual personaje, parece que le hemos conocido».214

2. Lukács ve en el tipo la categoría central de la concepción realista de la novela. El tipo es una síntesis que reúne orgánicamente lo universal -carácter medio- y lo particular -carácter individual-; es, dirá citando a Hegel, «un tipo pero también un hombre singular, un éste». Acabamos de citar la frase en que Galdós nos propone como modelo de personaje del que se diga, «Tal o cual personaje, parece que le hemos conocido» y, hablando de los apasionados de Velázquez, entre los que se encuentra él, dice que se les antoja que Esopo, Menipo y el Bobo de Coria «van andando por esas calles mano a mano con todo el mundo».215 A propósito de losProverbios Ejemplares de Ventura Ruiz de Aguilera, escribe que sus personajes, personificaciones de tipos de la sociedad burguesa, «Todos son individuos y a todos los vemos por esas calles con sus levitas y sus sombreros tan lejos de pensar que son un gran elemento de arte, y unos modelos de gran precio».216

3. El crítico húngaro señala cómo en la novela de tesis o tendenciosa, usando este término en su sentido superficial, el novelista propaga o ilustra su ideología -tesis- violentando la realidad objetiva. Y añade que esto no significa que la literatura auténtica carezca de tendencia, pues la propia realidad es un proceso evolutivo con tendencias más o menos profundas o con sus tendencias básicas. Citando a Engels, escribe que en los grandes realistas la tendencia surge «de la situación y de la acción mismas, sin que se haga explícitamente referencia a ella y el poeta no debe dar al lector ya acabada la futura solución de los conflictos sociales que describe». Galdós implícitamente nos dice cómo la tendencia debe surgir de la situación y de la acción mismas y explícitamente rechaza la novela de tesis o de tendencia, entendida ésta en su sentido superficial:

Los vicios y virtudes fundamentales que engendran los caracteres y determinan los sucesos son también estos de por acá. Nada de abstracciones, nada de teorías; aquí sólo se trata de referir y de expresar, no de desarrollar tesis morales más o menos graves, y empingorotadas… (El subrayado es mío. V. F.)217

4. Lukács nos dice que en las novelas de los grandes realistas toda acción, todo pensamiento, todo sentimiento del hombre está indisolublemente ligado a la vida de la sociedad, a sus luchas, a su política. Galdós también establece el   —125→   lazo que vincula la vida económica-político-social de la sociedad y la problemática personal. La clase media, la que domina en la sociedad real, debe ser el modelo de la sociedad imaginaria, de la novela; ella «determina el movimiento político… determina el movimiento comercial, una de las grandes manifestaciones de nuestro siglo, y la que posee la clave de los intereses, elemento poderoso de la vida actual, que da origen en las relaciones humanas a tantos dramas y tan raras peripecias».218

5. Como afirma el escritor húngaro, en las novelas realistas los personajes tienen una vida independiente del autor y siguen un desarrollo prescrito por la dialéctica interna de su existencia social y sicológica. Galdós, en las «Observaciones…» apunta en esta dirección cuando habla de la verdad inapreciable de los caracteres» y escribe que los sucesos determinan y los caracteres engendran los vicios y virtudes fundamentales», condicionados por la existencia social; también, cuando nos dice que «Los hechos son los más naturales de la vida, verificándose siempre con la más estricta lógica».219

6. El imperativo del gran arte realista de presentar un espejo al mundo y hacer progresar la evolución de la humanidad gracias a la imagen reflejada, que señala Lukács, también está explícito en «Las observaciones…» «Si nos corregimos, bien; si no, el arte ha cumplido su misión y siempre tendremos delante aquel espejo eterno reflejador y guardador de nuestra fealdad».220

Seis años pasaron desde que Galdós escribió sus reflexiones teóricas sobre la novela moderna hasta su aplicación práctica en Doña Perfecta, la primera de sus novelas contemporáneas: años del fracaso de la revolución burguesa. Por ironía del destino histórico a Galdós le va a tocar novelar, en lugar del desarrollo de la sociedad burguesa, su involución y atrofiamiento D. Benito poseía esa «insobornable y humilde honradez estética de los escritores y artistas verdaderamente grandes», de que también nos habla el crítico marxista, para quienes la realidad, tal como es, está más alta que sus deseos personales más íntimos y queridos. Fiel a la realidad y al servicio del principio de la integridad humana, sus grandes novelas reflejan cómo la sociedad burguesa, en la cual él había puesto toda su esperanza para la potenciación de aquel principio, es responsable por su desmembración y atrofiamiento.

El triunfo del realismo galdosiano se debe a que, como todos los grandes realistas, siempre buscó una relación profunda con las corrientes progresivas de la evolución de la humanidad; como escribe de sí mismo, comparándose con Pereda, en el discurso de la entrada de éste en la Academia: «Los que dudamos mientras él afirma, buscamos la verdad, y sin cesar corremos hacia donde creemos verla, hermosa y fugitiva».221

Universidad de California. Santa Bárbara

 

 

Referencia bibliográfica:

  • Autor:
  • Localización: Anales galdosianosISSN 0569-9924, Año nº 10, 1975págs. 123-125
  • Fuente original del texto: http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/02583063433581617421291/p0000011.htm

    [Cuento] Rompecabezas, de Benito Pérez Galdós

    – I –

    Ayer, como quien dice, el año Tal de la Era Cristiana, correspondiente al Cuál, o si se quiere, al tres mil y pico de la cronología egipcia, sucedió lo que voy a referir, historia familiar que nos transmite un papirus redactado en lindísimos monigotes. Es la tal historia o sucedido de notoria insignificancia, si el lector no sabe pasar de las exterioridades del texto gráfico; pero restregándose en éste los ojos por espacio de un par de siglos, no es difícil descubrir el meollo que contiene.

    Pues señor… digo que aquel día o aquella tarde, o pongamos noche, iban por los llanos de Egipto, en la región que llaman Djebel Ezzrit (seamos eruditos), tres personas y un borriquillo. Servía éste de cabalgadura a una hermosa joven que llevaba un niño en brazos; a pie, junto a ella, caminaba un anciano grave, empuñando un palo, que así le servía para fustigar al rucio como para sostener su paso fatigoso. Pronto se les conocía que eran fugitivos, que buscaban en aquellas tierras refugio contra perseguidores de otro país, pues sin detenerse más que lo preciso para reparar las fuerzas, escogían para sus descansos lugares escondidos, huecos de peñas solitarias, o bien matorros espesos, más frecuentados de fieras que de hombres.

    Imposible reproducir aquí la intensidad poética con que la escritura muñequil describe o más bien pinta la hermosura de la madre. No podréis apreciarla y comprenderla imaginando substancia de azucenas, que tostada y dorada por el sol conserva su ideal pureza. Del precioso nene, sólo puede decirse que era divino humanamente, y que sus ojos compendiaban todo el universo, como si ellos fueran la convergencia misteriosa de cielo y tierra.

    Andaban, como he dicho, presurosos, esquivando los poblados y deteniéndose tan sólo en caseríos o aldehuelas de gente pobre, para implorar limosna. Como no escaseaban en aquella parte del mundo las buenas almas, pudieron avanzar, no sin trabajos, en su cautelosa marcha, y al fin llegaron a la vera de una ciudad grandísima, de gigantescos muros y colosales monumentos, cuya vista lejana recreaba y suspendía el ánimo de los pobres viandantes. El varón grave no cesaba de ponderar tanta maravilla; la joven y el niño las admiraban en silencio. Deparoles la suerte, o por mejor decir, el Eterno Señor, un buen amigo, mercader opulento, que volvía de Tebas con sinfín de servidores y una cáfila de camellos cargados de riquezas. No dice el papirus que el tal fuese compatriota de los fugitivos; pero por el habla (y esto no quiere decir que lo oyéramos), se conocía que era de las tierras que caen a la otra parte de la mar Bermeja. Contaron sus penas y trabajos los viajeros al generoso traficante, y éste les albergó en una de sus mejores tiendas, les regaló con excelentes manjares, y alentó sus abatidos ánimos con pláticas amenas y relatos de viajes y aventuras, que el precioso niño escuchaba con gravedad sonriente, como oyen los grandes a los pequeños, cuando los pequeños se saben la lección. Al despedirse asegurándoles que en aquella provincia interna del Egipto debían considerarse libres de persecución, entregó al anciano un puñado de monedas, y en la mano del niño puso una de oro, que debía de ser media pelucona o doblón de a ocho, reluciente, con endiabladas leyendas por una y otra cara. No hay que decir que esto motivó una familiar disputa entre el varón grave y la madre hermosa, pues aquél, obrando con prudencia y económica previsión, creía que la moneda estaba más segura en su bolsa que en la mano del nene, y su señora, apretando el puño de su hijito y besándolo una y otra vez, declaraba que aquellos deditos eran arca segura para guardar todos los tesoros del mundo.

    – II –

    Tranquilos y gozosos, después de dejar al rucio bien instalado en un parador de los arrabales, se internaron en la ciudad, que a la sazón ardía en fiestas aparatosas por la coronación o jura de un rey, cuyo nombre ha olvidado o debiera olvidar la Historia. En una plaza, que el papirus describe hiperbólicamente como del tamaño de una de nuestras provincias, se extendía de punta a punta un inmenso bazar o mercado. Componíanlo tiendas o barracas muy vistosas, y de la animación y bullicio que en ellas reinaba, no pueden dar idea las menguadas muchedumbres que en nuestra civilización conocemos. Allí telas riquísimas, preciadas joyas, metales y marfiles, drogas mil balsámicas, objetos sin fin, construidos para la utilidad o el capricho; allí manjares, bebidas, inciensos, narcóticos, estimulantes y venenos para todos los gustos; la vida y la muerte, el dolor placentero y el gozo febril.

    Recorrieron los fugitivos parte de la inmensa feria, incansables, y mientras el anciano miraba uno a uno todos los puestos, con ojos de investigación utilitaria, buscando algo en que emplear la moneda del niño, la madre, menos práctica tal vez, soñadora, y afectada de inmensa ternura, buscaba algún objeto que sirviera para recreo de la criatura, una frivolidad, un juguete en fin, que juguetes han existido en todo tiempo, y en el antiguo Egipto enredaban los niños con pirámides de piezas constructivas, con esfinges y obeliscos monísimos, y caimanes, áspides de mentirijillas, serpientes, ánades y demonios coronados.

    No tardaron en encontrar lo que la bendita madre deseaba. ¡Vaya una colección de juguetes! Ni qué vale lo que hoy conocemos en este interesante artículo, comparado con aquellas maravillas de la industria muñequil. Baste decir que ni en seis horas largas se podía ver lo que contenían las tiendas: figurillas de dioses muy brutos, y de hombres como pájaros, esfinges que no decían papá y mamá, momias baratas que se armaban y desarmaban; en fin… no se puede contar. Para que nada faltase, había teatros con decoraciones de palacios y jardines, y cómicos en actitud de soltar el latiguillo; había sacerdotes con sábana blanca y sombreros deformes, bueyes de la ganadería de Apis, pitos adornados con flores del Loto, sacerdotisas en paños menores, y militares guapísimos con armaduras, capacetes, cruces y calvarios, y cuantos chirimbolos ofensivos y defensivos ha inventado para recreo de grandes, medianos y pequeños, el arte militar de todos los siglos.

    – III –

    En medio de la señora y del sujeto grave iba el chiquitín, dando sus manecitas, a uno y otro, y acomodando su paso inquieto y juguetón al mesurado andar de las personas mayores.

    Y en verdad que bien podía ser tenido por sobrenatural aquel prodigioso infante, pues si en brazos de su madre era tiernecillo y muy poquita cosa, como un ángel de meses, al contacto del suelo crecía misteriosamente, sin dejar de ser niño; andaba con paso ligero y hablaba con expedita y clara lengua. Su mirar profundo a veces triste, gravemente risueño a veces, producía en los que le contemplaban confusión y desvanecimiento.

    Puestos al fin de acuerdo los padres sobre el empleo que se había de dar a la moneda, dijéronle que escogiese de aquellos bonitos objetos lo que fuese más de su agrado. Miraba y observaba el niño con atención reflexiva, y cuando parecía decidirse por algo, mudaba de parecer, y tras un muñeco señalaba otro, sin llegar a mostrar una preferencia terminante. Su vacilación era en cierto modo angustiosa, como si cuando aquel niño dudaba ocurriese en toda la Naturaleza una suspensión del curso inalterable de las cosas. Por fin, después de largas vacilaciones, pareció decidirse. Su madre le ayudaba diciéndole: «¿Quieres guerra, soldados?» Y el anciano le ayudaba también, diciéndole: «¿Quieres ángeles, sacerdotes, pastorcitos?» Y él contestó con gracia infinita, balbuciendo un concepto que traducido a nuestras lenguas, quiere decir: «De todo mucho.»

    Como las figurillas eran baratas, escogieron bien pronto cantidad de ellas para llevárselas. En la preciosa colección había de todo mucho, según la feliz expresión del nene; guerreros arrogantísimos, que por las trazas representaban célebres caudillos, Gengis Kan, Cambises, Napoleón, Aníbal; santos y eremitas barbudos, pastores con pellizos y otros tipos de indudable realidad.

    Partieron gozosos hacia su albergue, seguidos de un enjambre de chiquillos, ávidos de poner sus manos en aquel tesoro, que por ser tan grande se repartía en las manos de los tres forasteros. El niño llevaba las más bonitas figuras, apretándolas contra su pecho. Al llegar, la muchedumbre infantil, que había ido creciendo por el camino, rodeó al dueño de todas aquellas representaciones graciosas de la humanidad.

    El hijo de la fugitiva les invitó a jugar en un extenso llano frontero a la casa… Y jugaron y alborotaron durante largo tiempo, que no puede precisarse, pues era día, y noche, y tras la noche, vinieron más y más días, que no pueden ser contados. Lo maravilloso de aquel extraño juego en que intervenían miles de niños (un historiador habla de millones), fue que el pequeñuelo, hijo de la bella señora, usando del poder sobrenatural que sin duda poseía, hizo una transformación total de los juguetes, cambiando las cabezas de todos ellos, sin que nadie lo notase; de modo que los caudillos resultaron con cabeza de pastores, y los religiosos con cabeza militar.

    Vierais allí también héroes con báculo, sacerdotes con espada, monjas con cítara, y en fin, cuanto de incongruente pudierais imaginar. Hecho esto, repartió su tesoro entre la caterva infantil, la cual había llegado a ser tan numerosa como la población entera de dilatados reinos.

    A un chico de Occidente, morenito, y muy picotero, le tocaron algunos curitas cabezudos, y no pocos guerreros sin cabeza.

    FIN…

    Actas del noveno congreso internacional de estudios galdosianos

    Actas del noveno congreso internacional de estudios galdosianos

    Título y subtítulo Actas del quinto Congreso Internacional de Estudios Galdosianos (1992)
    Entidad Congreso Internacional de Estudios Galdosianos (5º1992. Las Palmas de Gran Canaria)
    Tipo de documento Congreso y conferencia
    Lugar de publicación Las Palmas de Gran Canaria
    Editorial Cabildo Insular
    Fecha 2009
    Páginas 2v.
    Materias Pérez GaldósBenito (1843-1920)Críticainterpretación
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