[Cuento] Tertulias de «El Omnibus», de Benito Pérez Galdós
Benito Pérez Galdós hizo sus primeras colaboraciones periodísticas en el diario El Omnibus. Aquí se reproducen varias secuencias dialogadas entre el narrador y su criado.
Benito Pérez Galdós hizo sus primeras colaboraciones periodísticas en el diario El Omnibus. Aquí se reproducen varias secuencias dialogadas entre el narrador y su criado.
Pisaba yo la Cámara real, aquella deslumbradora cuadra, colgada y ornada de amarillo, en cuyas paredes los más hermosos productos del arte (todavía no se había formado el Museo del Prado), recibían, diariamente, como gentil holocausto, el humo de los mejores cigarros del mundo… Casi en el centro de los testeros, media docena de hombres desvergonzados, sucios, casi desnudos y haraposos, otros con semblante estúpido y ademanes incultos, todos se reían de la tertulia constantemente embrutecidos por el vino.
Narración publicada por el período de Las Palmas La Opinión en los números 62 y 64 (17 y 21 de mayo de 1873).
Es cosa averiguada que en aquella excelsa región que designaron los antiguos con el nombre de Campos Elíseos reinaba desde el origen de los tiempos un fastidio clásico, y que las almas de artistas inmortales confinadas en ella se aburrían de su vagar sin término por las soledades umbrosas, sin frío ni calor, espacios tan primorosamente tapizados de nubes, que nadie supo allí lo que son roces de vestiduras, ni ruidos de pasos, ni ecos de humanas o divinas voces.
Mi hermana Rafaela, planchadora, conocida en todo Maravillas con el mote de La Carbonera, había salido al amanecer. Díjome que iba con Bastiana y otra vecina a enramar una cruz de mayo a espaldas de los Padres Benedictinos de Monserrat y de las Madres Santiaguesas, vamos al decir, en la plazuela del Limón.
Mayo se enojará, lo sé; pero rindiendo culto a la verdad, es preciso decírselo en sus barbas. Sí, el imperio de las flores en nuestro clima, no le corresponde.
¡Tunante! ¿Qué dirán de él en la otra vida las almas de aquellas pobrecitas a quienes dejó morir de frío después de abrasarlas con importunos calores? En cambio, junio, si alguna vez las calienta con demasiado celo (porque es algo brusco, llanote y toma muy a pechos sus obligaciones), también las orea delicadamente con abanico, no con el atronador fuelle de los vientos septentrionales;
Volvamos á los campos, de donde salimos, para venir á embutirnos en las células de estas ciudades oprimidas, pestilentes, hospicios de la vanidad, talleres de una multitud de labores que acaban la vida antes de tiempo, y dan á la humanidad este sello de tristeza, señal de turbación, de clorosis y desequilibrio.
La idea de este periódico ha tomado cuerpo con inopinada rapidez, seguro indicio de a necesidad de su existencia. Ha sido uno de esos estímulos de la vida intelectual que, por su extraordinario poder expansivo, pasan velozmente de la intención de todos á la voluntad de muchos, y de ésta á la ejecución realizada por unos cuantos.
La vida española, congestiva en las ciudades, anémica en el campo, necesita ponderación y equilibrio, reparto fisiológico de toda su savia y de todo su calor. Sólo así podrá formarse una nación robusta y saluable, capaz de afrontar el estudio y aun la solución de los ingentes problemas que el malestar humano ha planteado en este siglo.
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