Hoy me gustaría contaros una historia de arte que hemos perdido y nunca recuperaremos, una historia curiosa que incluye incendios, alcázares y pintores olvidados.
Empieza en el Alcázar de Toledo en 1939 con esta foto. Unos hierros retorcidos entre los escombros del alcázar. ¿Qué pinta una estructura metálica en un edificio de cantería del siglo XVI?
No voy a entrar en los detalles de lo que sucedió en el Alcázar entre julio y septiembre de 1936 porque a grandes rasgos ya lo sabemos todos y, para conocer los detalles, lo mejor es acudir a esta entrada del blog del gran @JotadJota.
historiasdehispania.blogspot.com/2007/04/el-alc…
Vamos al lío: en el siglo III d.C., en el solar que ocupa el Alcázar había un complejo palaciego romano, usado también por los monarcas visigodos.
Al parecer, no fue hasta el reinado de Abderramán III cuando se convirtió en fortaleza, ampliada y modificada por reyes como Alfonso VI, Fernando III o Alfonso X.
Sin embargo, el monarca que dio al edificio su fisionomía actual fue Carlos I, que convocó cortes en Toledo en 1525 y se alojó en el Alcázar de Toledo, donde discutió con la hermana de Francisco I de Francia su rescate cuando estaba prisionero en Madrid, y dio audiencia a Hernán Cortés.
En 1535, en el apogeo de su poder, encargó extensas modificaciones al edificio existente, que no finalizarían hasta el reinado de su hijo, Felipe II (Escudos heráldicos diseñados por https://vlastradesign.com/ ).
El resultado fue un edificio compacto y cerrado, organizado en torno a un patio rectangular con doble nivel de arcos sostenidos por columnas de estilo clásico con capiteles corintios y compuestos.
Los arquitectos Alonso de Covarrubias, Francisco de Villalpando y Juan de Herrera dejarían su impronta en el edificio con la fachada norte, la escalera principal y la fachada del mediodía respectivamente.
La diferencia entre el antes y el después puede verse en estas dos vistas de Toledo (Frans Hogenberg) en 1576 y 1596 respectivamente. En la de arriba, vemos una fortaleza de aspecto medieval y en la de la abajo se aprecia un edificio con la fisionomía que conocemos.
En 1710, durante la Guerra de Sucesión, las fuerzas del pretendiente austríaco incendiaron por primera vez el Alcázar de Toledo, que quedó en muy mal estado.
En 1774, el arzobispo Francisco de Lorenzana propuso su restauración y el arquitecto Ventura Rodríguez se hizo cargo de las obras. Una vez finalizadas, se instaló en el edificio la Real Casa de la Caridad.
El siguiente incendio se produjo el 13 de enero de 1810, cuando las tropas napoleónicas ocupaban la fortaleza, usándola como cuartel y arsenal. El incendio solo dejó en pie la estructura principal.
Una vez más el Alcázar de Toledo quedó en ruinas durante décadas y, tras varios intentos frustrados, en 1867 empezaban los trabajos de reconstrucción para instalar el Colegio de Infantería (denominado Academia de Infantería cuando terminaron las obras en 1878).
La gestión del proyecto se encomendó al Marqués de San Román, con un presupuesto de 300.000 escudos, una fortuna. No reparó en gastos: puertas de madera labrada, artesonados, suelos de mármol, frescos y estatuas de piedra pronto convirtieron la fortaleza en un recinto palaciego.
Cabe destacar la suntuosidad de la capilla.
Y del Salón Mudéjar.
Y del “Salón de Honor” o “del Trono”. En el techo parece que hay frescos pero no, era un lienzo (compuesto por 4 escenas diferentes de la vida de Carlos V).
La primera sección estaba dedicada a la entrada del emperador en Roma.
La segunda a la entrevista entre Carlos V y Francisco de Francia tras su captura en la Batalla de Pavía.
La tercera representaba la conquista de Túnez.
Y la cuarta rendía homenaje a la Batalla de Mühlberg.
Fueron ejecutados por el pintor catalán Francisco Sans Cabot, muy popular en la época. Llegó a ser director del Museo del Prado durante la Restauración, cargo en el que se dedicó a restaurar obras antiguas. También adquirió las Pinturas Negras de Goya para el museo.
Hoy está prácticamente olvidado. Quizá su obra más conocida sea el retrato ecuestre de Prim en la Batalla de Tetuán, que suele incluirse en los libros de historia de secundaria.
Pero tiene otras obras notables, como esta de los náufragos de Trafalgar.
O esta de Otelo y Desdémona.
O esta escena familiar de 1878.
Pero una vez más nos estamos yendo por las ramas. El 9 de enero de 1887 el Alcázar de Toledo sufrió otro incendio. Poco o casi nada quedó de la reconstrucción finalizada en la década anterior por el General Marqués de San Román para instalar la Academia General Militar.
El fuego empezó en la biblioteca y, conforme a los testimonios de la época, ardió con virulencia durante tres días y no se apagó completamente hasta pasado un mes.
Quién mejor que Benito Pérez Galdós para narrar el suceso, en una crónica que envió al diario argentino “La Prensa”.
El fuego no respetó los lienzos de Sans Cabot y todo lo que nos queda de ellos son las fotografías incluidas anteriormente y unos bocetos que han sido digitalizados por la Biblioteca Nacional.
Y así el Alcázar de Toledo experimentó por enésima vez una nueva y larguísima reconstrucción, que se alargó hasta 1901, en que ya fue posible establecer y poner en funcionamiento la Academia de Infantería, a la que en 1931 se unieron las de Caballería e Intendencia.
Esta reconstrucción fue la que añadió a las torres los chapiteles herrerianos que adornan sus cuatro torres desde entonces y que todos conocemos.
También se usaron novedosas técnicas de construcción (para la época), como estructuras metálicas para reforzar los muros y sustentar los diferentes niveles y entramados. Asimismo, se utilizó cemento.
Junto a los gruesos muros exteriores del Alcázar, estas estructuras fueron clave para que algunas de las secciones del edificio consiguieran resistir las voladuras llevadas a cabo por los sitiadores con el objetivo de rendir la fortaleza durante la Guerra Civil.
Tras ella, los trabajos de reconstrucción del alcázar continuaron hasta 1957. En 1998 se convirtió en la sede de la Biblioteca de Castilla-La Mancha y desde julio de 2010 también es sede del Museo del Ejército, procedente del antiguo Salón de Reinos de Madrid.
Se podría decir que el Alcázar es el Ave Fénix de la arquitectura patria, pocos monumentos tienen tanta historia a sus espaldas o han sido reconstruidos con tanta frecuencia y dedicación como la fortaleza toledana.