Cuenta la leyenda que un buen día de 1715 el margrave de Baden-Durlach, Carlos Guillermo (o Karl Wilhelm) se quedó dormido mientras estaba de caza en los bosques de Hardtwald. En aquel sueño vislumbró un magnífico palacio que se alzaba, como el propio Astro Rey, en el centro de su nueva residencia y las calles de la ciudad circundante tenían la misma forma y disposición que los rayos del sol. Tras despertar, Carlos Guillermo hizo diseñar la ciudad que había visto en su sueño, una urbe cuidadosamente planificada en torno a su magnífica residencia que llevaría su nombre y que, al mismo tiempo, rendiría tributo al momento en que fue concebida: Karlsruhe, o “el descanso de Carlos”.
Sí, claro, y voy yo y me lo creo. La verdad es que se desconocen los motivos reales que llevaron a la fundación de la ciudad, hoy en día auténtica pornografía para aficionados a los mapas y a la planificación urbana. Sin embargo, un breve vistazo a las circunstancias históricas de la época nos permite dilucidar que la fundación de Karlsruhe respondió a razones más profanas que a las ensoñaciones de un soberano mientras cabalgaba al acecho de ciervos y jabalíes desprevenidos:
1. Movidas con los vecinos: como venía siendo habitual desde la Edad Media, el soberano no mantenía buenas relaciones con las autoridades civiles de Durlach, capital del margravato desde que en 1565 el margrave Carlos II abandonó Pforzheim y trasladó su residencia a la ciudad. Los combativos burgueses, dotados de amplios derechos en virtud de una carta de privilegios otorgada siglos atrás, a menudo estaban de acuerdo con el margrave sobre quién debía pagar qué o si el soberano podía hacer con sus vidas un pandero o no. Las disputas con los ciudadanos de Durlach (probablemente la ciudad que inspiró el nombre de Duloc, capital del reino en la primera película de Shrek) llegaron a su punto álgido cuando Carlos Guillermo expresó su voluntad de levantar un nuevo y suntuoso palacio-residencia en una localidad de callejuelas estrechas medievales y una población hacinada, en la que el espacio para proyectos de ese calibre brillaba por su ausencia.
2. La capital del principado resultaba inadecuada para los grandilocuentes proyectos del margrave. No solo fue saqueada en varias ocasiones y quedó destruida durante la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), también durante la Guerra de Sucesión del Palatinado, en 1689, las tropas francesas destruyeron de nuevo Durlach, que no pudo reconstruirse debidamente con los gastos de la Guerra de Sucesión española, que duró hasta 1714, retrasando la reconstrucción de la destruida residencia de Durlach. La nueva construcción del palacio de Karlsburg, generosamente planeada allí, quedó inacabada.
Y no solo eso: las condiciones de hacinamiento de Durlach llevaron al margrave Carlos Guillermo a encargar ya el 12 de enero de 1711 a sus consejeros de la corte y de obras la elaboración de planos para una nueva capital judicial. Al final, el margrave decidió cortar por lo sano con todos aquellos infortunios y montar su propia capital, con casino y furcias.
3. Si culo veo, culo quiero: siguiendo el ejemplo del todopoderoso rey de Versalles y conforme al gusto de la época, los príncipes vecinos y emparentados de Baden-Baden y Württemberg ya habían construido nuevas residencias en plena campiña a principios del siglo XVIII. En 1705, Luis Guillermo de Baden-Baden trasladó su residencia de las ruinas de Baden-Baden al palacio de Rastatt, y el pueblo de Rastatt se reconstruyó como una ciudad barroca planificada frente al palacio. Asimismo, Everardo Luis de Württemberg, cuñado del fundador de Karlsruhe, Carlos Guillemo de Baden-Durlach, hizo construir el palacio residencial de Ludwigsburg, en cuyas inmediaciones se edificó la ciudad homónima como población planificada a partir de 1709.
4. Quizá el nombre de “Karlsruhe” obedeciera a otros motivos: las malas lenguas afirman que Carlos Guillermo frecuentaba los bosques de Hardtwald y el coto privado de caza que tenía en la zona para escapar de su esposa, que le daba un instante de tranquildad. Otra teoría es que la ciudad adoptó ese nombre una vez que el margrave murió y fue sepultado en la ciudad, que se convirtió en el último descanso de Carlos Guillermo, de ahí “Karlsruhe”.
En cualquier caso, la nueva capital de Baden-Durlach debía ser una ciudad planificada en la que nada podía quedar al azar. La disposición de los edificios y las calles, la altura de los edificios, la distancia de las casas respecto al palacio… todo tenía su significado y enfatizaba el orden jerárquico en el paisaje urbano. El gobernante se diferenciaba claramente de su pueblo. Por ejemplo, el jardín del palacio se planificó delante de él y no detrás, como era habitual. Así se aseguraba una distancia adecuada entre el soberano y los habitantes de la ciudad.
El gran modelo a seguir del Margrave Karl Wilhelm fue el Rey Sol francés Luis XIV con su magnífico Palacio de Versalles. Luis XIV es considerado el fundador del absolutismo en Francia. En esta forma de gobierno de los siglos XVII y XVIII, el rey era el gobernante absoluto. Se consideraba el elegido por Dios y se situaba por encima de la ley (y por supuesto del pueblo). Como correspondía a un gobernante absolutista, el margrave Carlos Guillermo planificó su residencia en el centro neurálgico de su nueva ciudad.
Así, la estructura radial de Karlsruhe se convirtió en la encarnación urbana del absolutismo, diseñada según el principio de la Jagdstern «estrella de caza», una versión especial del paisajismo barroco. Las calles del círculo central, ocupado por el pabellón de caza y palacio de recreo, irradian como rayos de sol, encarnando la idea absolutista de que el gobernante se erige como un sol en el centro físico, geográfico y social de la comunidad. El espacio situado al sur del palacio se reservó para las casas de los ciudadanos y los terrenos del norte para los jardines y el coto de caza privado del margrave. Visto desde arriba, el plano de Karlsruhe recuerda a un abanico. De ahí que Karlsruhe recibiera el nombre de “Fächerstadt” en alemán o «ciudad abanico» en español.
El margrave colocó personalmente la primera piedra de un nuevo palacio de caza y recreo el 17 de junio de 1715. Ese mismo día ya había fundado allí la Orden de la Casa de la Lealtad, cuyo lema, Fidelitas, pronto pasó a formar parte del escudo de armas de Karlsruhe.
Las calles radiales llevaban originalmente los nombres de los Caballeros de esta Fidelitas: al oeste de la céntrica Carlsgasse se encontraban Günzerische Gasse, Alt-Draisen-Gasse, Löwenkranzsche Gasse y Rotbergische Gasse, al este Erbprinzische Gasse, Löwencronische Strasse, Plantaische Gasse y Jung-Draisen-Gasse. Sin embargo, como estos nombres no guardaban ninguna relación con la realidad de la vida de los ciudadanos y las respectivas calles debían renombrarse cada vez que cambiaban los miembros de la orden, a partir de 1732 recibieron los nombres de las posadas que se encontraban en ellas.
Sin embargo, al principio la nueva ciudad-residencia fue un fracaso puesto nadie quería mudarse a ella por su situación aislada, las deficientes infraestructuras y al hecho de que las oficinas gubernamentales seguían estando en Durlach. Así que el 24 de septiembre de 1715 el margrave Federico Guillermo se vio obligado a expedir una carta de privilegio, un fuero especial en el que garantizaba ventajas fiscales y libertades a todo aquel que se estableciera en la nueva ciudad. Aseguró a los futuros habitantes la libertad de culto, un juzgado de primera instancia propio, terreno edificable y madera gratuitos, exención de impuestos durante 20 años, libertad de comercio y exención de derechos de aduana, siempre que construyeran según las normas de la ciudad proyectada y dispusieran de fondos suficientes. También prometió que no habría servidumbre para los ciudadanos de la ciudad y que todos ellos tendrían derecho a ser escuchados por las autoridades. La Carta de Privilegios presentaba ya las primeras características de las constituciones modernas: las libertades personales y económicas son notables para la época y atestiguan el papel pionero del liberalismo de Baden. Ya el 12 de septiembre de 1718, los ciudadanos de la ciudad solicitaron la creación de un consejo municipal, que fue aprobado por el margrave. La primera reunión del consejo tuvo lugar el 24 de noviembre de 1718.
Así, la ciudad abanico se convirtió en la capital oficial del pequeño margraviato de Baden-Durlach en 1718 y su importancia creció cuando su territorio quedó ampliado por uniones dinásticas y “subió de categoría” hasta convertirse en el Gran Ducado de Baden en 1806. En 1901, la población de Karlsruhe superó el umbral metropolitano con 100.000 habitantes. La ciudad quedó muy dañada por los bombardeos aliados durante la Segunda Guerra Mundial y su función de capitalidad se perdió tras la 1845 en favor de Stuttgart (del nuevo estado federado de Baden-Würtemberg), pero la ciudad se vio compensada, entre otras cosas, por el establecimiento de los más altos tribunales federales alemanes en ella (como el Tribunal Constitucional) y una gran universidad en la que actualmente hay matriculados más de 40 000 estudiantes.
Bibliografía