[Prólogo] El sabor de la tierruca, de Benito Pérez Galdós
Ahora que estamos solos, impaciente lector, en la antesala de un libro, esperando á que se nos abra la mampara del capítulo primero, voy á hablarte de aquel buen amigo, cuyo nombre viste, al entrar, estampado en el frontispicio de este noble alcázar de papel en que por ventura nos hallamos. Y no voy á hablarte de él porque su fama, que es grande, aunque no tanto como sus méritos, necesite de mis encomios, sino porque no mueve á ello un antojo, tenaz deseo quizás, ó más bien imperioso deber, nacido de impulsos diferentes.