Tras 36 años en obras, en 1884 se completó el Monumento a Washington con la colocación de una pirámide de aluminio en la punta.
¿Pero por qué no plata u oro? ¿Por qué un metal común del que están hechas las latas de bebidas que usamos y tiramos a diario?
El aluminio es uno de los elementos más comunes de la corteza terrestre, después del silicio y el oxígeno.
Sin embargo, no se encuentra en estado puro (metálico) en la naturaleza, como el oro, el cobre o el hierro.
Se tardó décadas en aprender a extraer el aluminio de su mineral.
Su mineral más importante es la bauxita, llamada así por el castillo francés de Les Baux, en Provenza, donde se descubrió por primera vez.
Antes de perder la cabeza, Antoine Lavoisier fue el primero en identificar la alúmina como óxido de un metal desconocido.
Y Sir Humphrey Davy fue el primero en sugerir que la alúmina era óxido de aluminio, o Al2 O3. También inventó el nombre del nuevo metal: aluminio.
Con el paso de los años, los científicos fueron aprendiendo más sobre el aluminio y encontrando métodos para obtenerlo con mayor pureza y eficiencia.
Y los ricos no tardaron en quedarse prendado del nuevo “oro blanco”.
Napoleón III, por ejemplo, usaba el aluminio para exhibir su riqueza: el emperador de los franceses no solo acuñó monedas de este metal, también poseía una vajilla de aluminio, sólo para los invitados más importantes.
Su hijo también tenía un sonajero de aluminio (en la 📷).
Mientras los científicos de todo el mundo experimentaban con el aluminio, en la capital de Estados Unidos los albañiles trabajaban sin descanso en uno de esos proyectos malditos que parecen estar destinados a no terminarse nunca: el Monumento a George Washington.
Su diseño iba a ser mucho más ornamentado de lo que se terminó construyendo, pero problemas presupuestarios e interrupciones debido a la Guerra Civil Americana lo dejaron como lo conocemos hoy: un enorme monolito con forma de obelisco como los del Antiguo Egipto.
Obviamente no se trataba de un un obelisco egipcio a la antigua usanza, pues los egipcios tallaban los suyos en granito de una sola pieza (y con dimensiones mucho menores).
Este, por ejemplo, se rompió durante el proceso y los canteros tuvieron que abandonarlo cerca de Asuán.
Tal y como muestra la imagen, los estadounidenses hicieron “trampa” con el monumento a Washington, pues es una construcción convencional con forma de obelisco.
Tiene una cara exterior de sillería y un interior de cascotes y mortero (y una escalera en el centro).
En 1884, tras más de 30 años de obras, el monumento estaba casi listo.
Sus constructores habían logrado todo un hito: con 169 m de altura, era la estructura más alta del mundo, arrebatándole por primera vez el título a Europa (concretamente a la Catedral de Colonia).
Y claro, sus promotores querían coronar su gigantesco obelisco como lo hacían los antiguos egipcios: con una piedra que simbolizaba el lugar donde se posaba el dios solar Ra en la cúspide del monumento, como punto de unión entre el Cielo y la Tierra.
Esta piedra se chapaba de oro, bronce, electro u otra aleación de metales, para que resplandeciera cuando incidía en ella la luz del Sol.
Para el Monumento a Washington, sus responsables también querían punta de un metal noble, como bronce o latón chapado en platino.
El hombre que elegido para ejecutar la punta fue William Frishmuth, de Filadelfia.
Era un químico alemán que llevaba años experimentando con el aluminio, y convenció a los responsables de que el aluminio era el material idóneo para rematar el gigantesco obelisco.
Alegó que no solo era un material exclusivo (en 1884 costaba el doble que la plata), sino que la punta de aluminio no se deslustraría y, además, sería un buen conductor de electricidad para cualquier sistema de pararrayos.
Pero el argumento más convincente fue otro 👇
Los procesos disponibles en la época para extraer y purificar aluminio eran costosos, complejos y sólo producían pequeñas cantidades para forjar objetos pequeños como joyas o monedas.
Nunca antes se había forjado una pieza de varios kilos como la necesaria para el monumento.
El químico se comprometió a coronar aquella hazaña de la ingeniería/arquitectura estadounidense con otra innovación en al campo de la química y la metalurgia: un bloque de aluminio mucho más grande que cualquier otro objeto de aluminio forjado hasta el momento.
Frishmuth abordó aquel desafío con un novedoso proceso que consistía en calentar el mineral hasta que la alúmina se vaporizaba y, a continuación, añadía vapor de sodio.
Logró forjar el piramidión en octubre de 1884, con un récord de 2,8 kg de peso.
Si hoy el aluminio tuviese el mismo valor que hace 140 años, cada lata de cerveza/refresco costaría más de 30 €/$ en lugar de su precio actual (menos de 1 céntimo por envase).
¿Cómo es posible que un material tan caro se haya abaratado tanto?
Science, bitch.
Solo 2 años después de la colocación de aquel bloque de aluminio, en 1886 Charles Martin Hall en los Estados Unidos y Paul Héroult en Francia, de forma independiente, desarrollaron un proceso electrolítico que revolucionó la producción de aluminio.
El método consiste en disolver óxido de aluminio en criolita fundida y pasar una corriente eléctrica a través de la solución (electrólisis), separando el aluminio puro de los otros elementos.
Este proceso redujo drásticamente los costos de producción y aumentó la eficiencia, permitiendo producir aluminio en grandes cantidades.
Por ejemplo, cuando vayas a Londres, busca en Picadilly Circus esta estatua de Anteros, dios griego del amor correspondido.
Se erigió en 1893 y se considera la primera gran obra hecha de aluminio.
Hoy el aluminio está en todas partes: alimentación, construcción, electrónica, aeronáutica…
Mención especial para el avión de los hermanos Wright y el primer satélite (Sputnik), los dos con aluminio.
A día de hoy, la cima del Monumento a Washington sigue reflejando la luz del sol como antaño las puntas de las pirámides y obeliscos del Antiguo Egipto, recordándonos una historia de ingenio, superación e innovación.
Recuérdalo la próxima vez que abras una lata de cerveza.
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