Como en cualquiera de las demás artes (literatura, pintura), en la música existe un canon más o menos definido de compositores y obras que se consideran representativos/cumbre en sus respectivas épocas y corrientes estilísticas. Obviamente la mayoría de los autores quedan fuera de este canon, por diversos motivos que no vienen al caso. Todo aquel que se haya interesado genuinamente por la música clásica, habrá escuchado alguna vez los conciertos canónicos para piano (Beethoven, Chopin, Brahms, Mozart, Schumann, Grieg, Tchaikovsky, Mendelssohn, Liszt, entre otros).
Lo cierto es que nuestro ínfimo conocimiento de la música clásica se debe a la existencia del canon musical clásico –entendido como un repertorio musical legitimado en términos críticos e ideológicos en el contexto de la cultura occidental. Dicho canon ha condicionado nuestro conocimiento de la historia de la música a través de un círculo vicioso según el cual la musicología estudia preferentemente los autores y las obras consagradas, y a la vez estos autores y obras quedaban consagrados gracias a su estudio musicológico. Fuera de este canon más o menos delimitado hay cientos de autores y miles de obras.
Para muchos (incluidos los libros de texto) el conocimiento de la música consiste en conocer la vida y obra de unos pocos compositores “geniales” que conforman el canon clásico. Primera fila: Beethoven, Tchaikovsky, Chopin, Mozart, Brahms, Haydn y Bach. Segunda fila: Schumann, Schubert, Händel, Debussy, Schönberg, Stravisnky.
Pero, ¿qué es un concierto «olvidado»? Con ello no me refiero a «el concierto para piano n.º 4 de Rachmaninoff está injustamente infravalorado», sino de compositores de los que muchos melómanos jamás han oído hablar. A continuación una selección de 10 de estas grandes obras que, pese a su enorme calidad, por desgracia se han quedado fuera de la selección canónica comúnmente aceptada.
1. Moritz Moszkowski ‒ Concierto para piano en mi mayor, Op. 59 (1898)
Pese a considerarse una de las obras más destacadas del romanticismo tardío, este concierto apenas se representa hoy en día. Fue compuesto en 1898 y dedicado al pianista Josef Hofman, discípulo del compositor. Tiene cuatro movimientos (1. Moderato, E major, 2. Andante, C-sharp minor, 3. Scherzo, C-sharp minor, D-flat major y Allegro Deciso, E major) y está orquestado para piano, 2 flautas, 2 oboes, 2 clarinetes, 2 fabots, 4 trompas, 2 trompetas, 3 trombones, timbales, triángulo, harpa y cuerdas.
Moritz Moszkowski fue uno de los compositores mÁs famosos de su tiempo. Nacido en el seno de una acaudalada familia polaca judía, recibió una formación musical íntegramente germánica en Breslavia y Dresde. Instalado en París desde 1897 tras disfrutar de fama, riqueza e innumerables alumnos, no supo adaptarse a los cambios en el gusto muscial y cayó en el olvido rápidamente. Murió pobre y olvidado en la capital francesa en 1925.
2. Anton Arensky – Concierto para piano op. 2 (1881)
De Polonia pasamos a Rusia. Anton Arensky (1861-1906) nació en el seno de una familia con intereses musicales. Estudió en San Petersburgo con Rimsky-Korsakov y más tarde se convirtió en profesor del conservatorio de Muscú, donde dio clase a compositores como Rachmaninov, Scriabin y Gretchaninov.
Su concierto para piano está estructurado en 3 movimientos (Allegro maestoso, Andante con moto, Scherzo-Finale: Allegro molto. Inspirado por las composiciones de Chopin y Tchaikovsky, posee la gracia melódica de los conciertos de Mendelssohn y algunos pasajes de virtuosismo propios de Liszt . Asimismo, el último movimiento parece fundirse con el primer movimiento del concierto para piano de Grieg. La primera vez que se escucha, el concierto resulta vagamente familiar por sus melodías. Como cabe esperar de un discípulo de Rimsky-Korsakov, el concierto posee una estructura sólida y la parte del piano resulta destacada y bella. El mayor atrevimiento de las convenciones musicales el uso de un tiempo de 5/4 en el último movimiento. Asensky era partidario de utilizar métricas inusuales, como el propio Tchaikovsky llegó a reprocharle. El concierto cautivó la imaginación de los pianistas de la época y era uno de los favoritos del joven Vladimir Horowitz.
3. Stéphan Elmas – Concierto para piano n.º 1 (1897)
Y de Rusia a Armenia, un país que, exceptuando a Aram Khachaturian, está fuera del canon de la música clásica occidental. Stéphan Elas (1862 – 1937) nació en el seno de una acaudalada familia armenia en Izmir, en el Imperio Otomano. Estudió en el conservatorio de Viena con Anton Door y Franz Kremm. El 24 de febrero de 1887 dio un recital de gran éxito en la sala Bösendorfer de la ciudad. Después desarrolló una exitosa carrera como intérprete en Francia, Inglaterra, Alemania, Austria e Italia. Generalmente tocaba sus propias obras, aunque también interpretaba obras de Beethoven, Chopin y Schumann. Más tarde se trasladó a Suizo, donde empezó a perder capacidad auditiva y a recluirse. El compositor falleció en Ginebra en 1937 y fue enterrado en el cementerio de Plainpalais.
El concierto n.º 1 para piano y orquesta de Elmas en sol menor fue compuesto en 1886 y está dividido en 3 movimientos:
I. Allegro maestoso
II. Larghetto
III. Allegro animato
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4. Heitor Villa-Lobos – Concierto para piano n.º 2 (1948)
Y de Armenia pasamos a Brasil, otro de esos países que no asociamos con la música clásica. El concierto para piano n.º 2, W487, es una composición para piano y orquesta escrita por el compositor brasileño Heitor Villa-Lobos en 1948. Una interpretación típica dura unos 28 minutos.
Villa-Lobos compuso el concierto en Río de Janeiro en 1948. La partitura está dedicada a João de Souza Lima, que lo estrenó el 21 de abril de 1950 en el Teatro Municipal de Río de Janeiro, a cargo de la Orquestra Sinfônica do Theatro Municipal, dirigida por el compositor.
La obra está orquestada para piano y una orquesta compuesta por flautín, 2 flautas, 2 oboes, corno inglés, 2 clarinetes, clarinete bajo, 2 fagots, contrafagot, 4 trompas, 3 trompetas, 3 trombones tenores, tuba, tímpanos, percusión, celesta, harpa y cuerdas.
El concierto tiene cuatro movimientos:
- Vivo
- Lento
- Quasi allegro – Cadenza
- Allegro
5. Busoni – Concierto para piano en do mayor, op. 39 (1904)
El concierto para piano y orquesta en Do mayor con coro masculino, opus 39 de Ferruccio Busoni es una obra musical monumental compuesta en 1904. Destaca por su excepcional duración de setenta minutos y por sus cinco movimientos, así como por la participación del coro masculino en el último movimiento. .El concierto dura alrededor de setenta minutos y consta de cinco movimientos, participando en el último un coro masculino que canta los versos en alemán de la escena final de la fascinante obra teatral en danés Aladdin, de 1805, de Adam Oehlenschläger, que es también el autor de la letra del himno nacional civil de Dinamarca, Der er et Yndigt Land.
Este concierto para piano es uno de los más extensos de la historia de la música. Busoni escribió que estaba planeando una Gesamtkunstwerk, una «obra de arte total, con actuaciones, música, danza y magia…» sobre la obra de Aladdin. La referencia más cercana conseguida fue una monumental obra con un coro en el quinto movimiento y gran dificultad técnica para el solista, con pasajes muy complejos que Busoni escribió desde su sentimiento como pianista, uno de los mejores de su época. El piano se integra con habilidad con la orquesta y su estilo vistuosístico revela la influencia de Franz Liszt.
Busoni quiso dedicar el concierto a su amigo William Dayas, pero murió en 1903. Sería su hija Karin Dayas quien interpretaría el concierto por primera vez en América, en 1932.
El estreno absoluto tuvo lugar en la Beethoven-Saal de Berlín, el 10 de noviembre de 1904. Busoni fue el solista y Karl Muck dirigió la Orquesta Filarmónica de Berlín y el Coro de la Iglesia Memorial Kaiser Wilhelm (Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche). Las críticas fueron contradictorias estando, algunas de ellas, llenas de hostilidad o burla.
Pasado más de un siglo desde su estreno, la obra se ha programado relativamente pocas veces, debido a las necesidades de gran orquestación, compleja textura musical, uso de un coro masculino y las complejas exigencias técnicas del solista.
El concierto no está articulado ni en tres ni en cuatro movimientos, sino en cinco:
I. Prologo e Introito: Allegro, dolce e solenne
II. Pezzo giocoso
III. Pezzo serioso:
Introductio: Andante sostenuto
Prima pars: Andante, quasi adagio
Altera pars: Sommessamente
Ultima pars: a tempo
IV. All’Italiana: Tarantella: Vivace; In un tempo
V. Cantico: Largamente (con coro masculino)
6. Ignacy Feliks Dobrzyński – Concierto para piano en la bemol mayor op. 2 (1824)
Ignacy Feliks Dobrzyński nació en Polonia y compartió aula con Chopin en Varsovia. Este concierto de tres movimientos, escrito por el compositor a los 17 años, consta de tres movimientos: 1. Allegro moderato, 2. Andante espressivo, 3. Rondo. Vivace ma non troppo. Fue compuesto en 1824 durante la estancia del compositor en Winnica, donde se graduó en el célebre Gymnasium Podolski, dirigido por el escolapio M.J. Maciejowski. Un año más tarde, Dobrzyński fue alumno de Elsner, que en los informes de evaluación anotó que su estudiante tenía «habilidades fuera de lo común». Según Andrzej Spóza, director de la Sociedad Musical de Varsovia e investigador de la obra de Dobrzyński, el concierto nunca llegó a interpretarse en vida del compositor. En 1986 Kazimierz Rozbicki trabajó con en manuscrito del concierto para crear una versión que pudiera ser interpretada. En palabras de Stanisław Dybowski, «la pieza está dominada por un piano forzado a ‘cantar’ en los pasajes líricos, y a ‘brillar’ en los pasajes y escalas vistosos vistos. La orquesta sirve para crear un fondo dedicado al solista, solamente dialogando con él y tomando en mando en algunos apartados.
7. Edward MacDowell – Concierto para piano n.º 2 en re menor, op. 23 (1885)
El concierto para piano y orquesta n.º 2, op. 23 en re menor de Edward MacDowell fue completado a finales del año 1885. A pesar de que presenta algunas similaridades claras con obras de Liszt, Grieg y Saint-Saëns, la obra de MacDowell demuestra ser muy original, al menos en comparación con su primer concierto para piano. Está considerado como el primera gran concierto para piano escrito por un norteamericano, y también es la única obra de calado incluida en el repertorio pianístico actual (al menos en el de los EE.UU).
El primer concierto de Macdowell fue escrito y estrenado en 1882, cuando solamente tenía 22 años. Fue publicado en 1884. El compositor no tardó en empezar a trabajar en su segundo concierto. Finalizado en Wiesbaden a finales de 1885, su estreno no se produciría hasta varios años más tarde. En 1888, MacDowell regresó a América y el 5 de marzo de 1889 tocó su nuevo concierto en el Chickering Hall de Nueva York con la Filarmónica de Nueva York bajo la dirección de Theodore Thomas. El concierto también sirvió para estrenar la quinta sinfonía de Tchaikovsky en el contenente americano. Al año siguiente (1890) Breitkopf & Härtel publicaron la partitura y un arreglo para dos pianos (del propio MacDowell). El autor dedicó el concierto a Teresa Carreño, una de sus primeras profesoras.
La primera grabación de la obra fue realizada por Jesús Maria Sanromá en 1934 con la Boston Pops Orchestra bajo la dirección de Arthur Fiedler. Van Cliburn eligió este concierto para su debut profesional cuando tenía dieciocho años.
La obra está compuesta para piano, 2 flautas, 2 oboes, 2 clarinetes, 2 fagots, 4 trompas, 2 trompetas, 3 trombones, tímpanos y cuerdas.
El concierto tiene una estructura tradicional de tres movimientos, todos ellos en forma de sonata. El primer movimiento es predominantemente lento y el segundo es un scherzo alegre (en lugar de uno lento). El tema principal del primer tema reaparece en el tercero. Una interpretación típica dura entre 25 y 18 minutos, la mitad de los cuales son ocupados por el primer movimiento.
I. Larghetto calmato – Poco più mosso, e con passione (re menor)
II. Presto giocoso (si bemol mayor)
III. Largo – Molto allegro (re mayor)
8. Johann Nepomuk Hummel – Concierto para piano n.º 3, op. 89 (1819)
A pesar de ser un gran compositor, Johann Nepomuk Hummel vivió toda su vida a la sombra de Beethoven. Su concierto para piano n.º 3 en si menor, op. 89 fue compuesto en Viena en 1819 y publicado en Leipzig en 1821.
A diferencia de sus anteriores conciertos para piano, que seguían el modelo de los de Mozart, junto a su concierto para piano n.º 2, el concierto en si menor fue compuesto en un estilo protoromántico que anticipa novedades estilísticas de compositores como Frédéric Chopin y Felix Mendelssohn.
El concierto para piano fue escrito por Hummel para mostrar su virtuosismo con el instrumento. Su interpretación corre a cargo de un piano y una orquesta compuesta por una flauta, dos oboes, dos clarinetes, 2 fagots, 4 trompas, 2 trompetas, timbales y cuerdas. El nocturno de su segundo movimiento resulta notable, acompañado únicamente por las trompas, los violonchelos y los bajos.
La obra sigue el esquema tradicional de tres movimientos:
I. Allegro moderato
II. Larghetto (en sol mayor)
III. Finale: Vivace
9. Adolf von Henselt – Concierto para piano en fa menor, op. 16
George Martin Adolf von Henselt fue uno de los virtuosos del piano más dotados del romanticismo temprano. Robert Schumann lo consideraba a la altura de Hummel y Liszt. Compuso numerosas piezas para piano, incluyendo dos conciertos para piano y orquesta, uno de los cuales se incluye aquí. Pasó gran parte de su vida en Rusia, dando clase en los conservatorios de Moscú y San Petersburgo. Dejó de componer a los 30 años y abandonó los escenarios a los 33, algo que sin duda contribuyó a que su obra cayese en el olvido.
El concierto para piano en fa menor fue muy popular en Europa durante el siglo XIX. Está estructurado de la siguiente forma:
I. Allegro patetico – Religioso – Tempo I 0:00
II. Larghetto 13:16
III. Allegro agitato 20:40
La interpretación corre a cargo de Michael Ponti, al piano, y de la Philharmonia Hungarica bajo la dirección de Othmar Maga.
10. Isaac Albéniz – Concierto fantástico op. 78
Albéniz dedicó su Concierto fantástico a su amigo y alumno José Tragó, que a su vez dio clases de piano a Falla y Turina. Aunque esta obra no es la composición española más famosa de este período ni de Albéniz en general, Felipe Pedrell la acogió con gran entusiasmo, calificándola de «sin precedentes» en la historia de la música española. La obra fue estrenada en Madrid el 21 de marzo de 1887 con Albéniz al piano y la orquesta bajo la dirección de Tomás Bretón, que había prestado su ayuda a Albéniz con la orquestación.
Las influencias más nítidas del Concierto fantástico no proceden de España, sino de los conciertos de Schumann y Chopin. El primer movimiento, escrito en 12/8, empieza con un poderoso tutti orquestal en la menor que da paso a un solo inspirado en la música de Schumann. El segundo tema lírico, en mi mayor, contiene referencias al Albéniz maduro de Iberia. Tras una recapitulación de los primeros temas, ahora en la mayor, el movimiento termina con una coda más rápida en 6/8 (basada en el motivo inicial) que acaba de forma dramática esta última parte.
El segundo movimiento, —Rêverie et Scherzo—, es el más original de los tres, combinando un movimiento lento de sutil moderación con un alegre scherzo que fue bien acogido por el público en Londres y París. La parte más interesante de este movimiento es la parte central del scherzo, donde la música pasa de si menor a sol mayor en un tema que parece propio de Saint-Saëns o Chabrier.
El movimiento final empieza en si menor con una serie de reminiscencias de los movimientos anteriores antes de que el tema principal (una afectuosa melodía en métrica triple en la mayor) surge desde el piano, rápidamente seguida de la orquesta, que domina el resto del movimiento, incluyendo la coda.
Albéniz nunca tuvo gran confianza en sus dotes como orquestador, y sabemos por su correspondencia que le pidió ayuda a su amigo Tomás Bretón con la orquestación del Concierto fantástico y la Rapsodia española. La orquestación de Bretón para el concierto es la utilizada en esta grabación, aunque en la partitura impresa de la obra de 1975 figura ‘J. Trayter’ como el responsable, un pseudónimo inventado por el editor.
Bonus: Manuel de Falla – Noches en los jardines de España (1916)
Manuel de Falla, nacido en Cádiz en 1876, realizó sus estudios musicales en Madrid, donde fue alumno del compositor nacionalista Pedrell. En 1907 se trasladó a Paris, donde encontró un ambiente adecuado para sus inquietudes artísticas. Aquí fue donde concibió por primera vez Noches en los jardines de España, si bien un principio concibió la obra como una serie de piezas para piano hasta que el pianista catalán Ricardo Viñes, maestro de Poulenc y exponente de la música contemporánea francesa y española, los persuadió de adoptar un formato de tres movimientos para piano y orquesta. De Falla compuso la obra tras su regreso a España en 1914, dedicándosela a Ricardo Vines. La primera representación tuvo lugar en abril de 1916 en Madrid, con el pianista José Cubiles y bajo la dirección de Enrique Fernandez Arbós. Fue presentada al público londinense en 1921, con el compositor haciendo las veces de solista. Las denominadas «impresiones sinfónicas» son más impresionistas que sinfónicas, iniciándose con una descripción evocadora de los jardines del Generalife, cerca de la Alhambra, el palacio árabe de la Granada. La Danza lejana del segundo movimiento da paso a la impresión final de los jardines de la sierra de Córdoba. El compositor se estableció en Granada tras su regreso de París para investigar y absorber en espíritu de Andalucía en que se basa esta obra.
¿Ganas de más conciertos para piano que raramente se interpretan o escuchan hoy en día? Solamente he incluido 10 para no ponérselo difícil a los navegadores con tanto vídeo insertado. En los siguientes enlaces pueden encontrarse muchos más:
http://www.classical-music.com/article/forgotten-piano-concertos