Un buzo para salvar una catedral

    Muy poca gente puede presumir de haber salvado una catedral gótica en solitario y con sus propias manos, pero eso fue lo que hizo este hombre, sin saber nada de arte, patrimonio o arquitectura, y enfundado en un pesado traje de buzo.

    Vamos a ver cómo lo hizo.

    Os voy a contar un secreto: una de las particularidades del gótico inglés es que sus constructores no se apuntaron a la fiebre continental por levantar el templo más alto.

    En lugar de apostar por la altura, construyeron catedrales muy laaaaaaaaaaaaaaaaaargas.

    Así se ahorraron un montón de problemas. Sin embargo, muchas catedrales fueron diseñadas de esta forma más por necesidad (estructural) que por el buen juicio de sus maestros de obras.

    El suelo sobre el que se levantan algunas de ellas es blando, poroso e inestable (y a menudo está inundado), así que es natural que los constructores creasen edificios largos para distribuir el peso por más terreno, con cimientos menos profundos.

    Un ejemplo es la Catedral de Salisbury. Sus cimientos solo tienen unos 70 cm de profundidad (porque a más profundidad hay agua, ya que se levantan con un pantano drenado hasta cierto punto).

    Está en un equilibrio tan delicado con el terreno sobre el que se asienta que una de las losas del pavimento tiene un “minipozo” que permite acceder a las aguas subterráneas, a menos de 1 metro. El nivel del agua se mide dos veces al día por seguridad.

    Otro ejemplo es la Catedral de Ely, con problemas estructurales por la turbera inundada en la que fue construida. De hecho, en la Edad Media se la conocía como “Isla de Ely” porque la localidad estaba completamente rodeada por un pantano y solo se podía llegar a ella en barca.

    Pero no hay catedral medieval más larga ni construida sobre un suelo más inestable que la de Winchester. Con 170 metros de longitud, 40 metros más que la de Palencia (la más larga de España) es la catedral gótica más larga del mundo.

    Winchester está en las llanuras aluviales del río Itchen y el obispo que inició la construcción de su catedral, Walkelin, escogió un terreno particularmente difícil para levantar un monumento de estas características.

    Una capa de piedra blanda calcárea (marga), sobre una capa de turba, sobre una capa de grava, todas ellas con una generosa cantidad de agua procedente de las aguas subterráneas, casi al nivel del suelo.

    La Biblia está llena de buenos consejos arquitectónicos, como Mateo 7:24 sobre el hombre insensato que edificó su casa sobre la arena o, sin ir más lejos, Mateo 16:18, donde Jesucristo le dice a Pedro que él será la roca (no el pantano) sobre la que edificará su iglesia.

    Todo aquello le dio igual al obispo Walkelin y eligió un lodazal para su proyecto.

    📷 Así me imagino yo que fue el histórico momento en que el prelado mostró al maestro de obras el lugar debía levantar la catedral.

    Los constructores medievales, grandes maestros de su oficio, decidieron afianzar aquel suelo lleno de agua colocando una capa troncos de haya bajo los cimientos con el fin de estabilizar y absorber la carga de los enormes muros.

    Para obtener semejante cantidad de madera, el obispo Walkelin acudió al rey Guillermo el Conquistador. Éste le indicó al obispo que podía disponer de toda la madera que pudiera recoger en cuatro días y noches del bosque de Hempage.

    El obispo llevó al bosque un ejército de carpinteros y no dejó ni un árbol en pie tras 4 días, para disgusto del rey.

    📷 Así me imagino yo que fue este histórico momento.

    No os voy a engañar: este terreno supuso todo un reto para los constructores medievales y los encargados de mantener la catedral a lo largo de los siglos, pero lo cierto es que el edificio se construyó y mantuvo en pie admirablemente bien, dadas las circunstancias.

    No obstante, a principios del siglo XX, se produjeron cambios en el nivel freático del subsuelo y la capa de madera sobre la que se asentaba la catedral empezó a pudrirse. Los muros comenzaron a inclinarse hacia fuera, poniendo en peligro la catedral.

    Aparecieron enormes grietas en los muros y de vez en cuando caían al suelo fragmentos de las bóvedas. El derrumbe del edificio solo era cuestión de tiempo.

    El arquitecto encargado de enmendar el entuerto decidió cavar estrechas zanjas bajo los muros del edificio, extraer la madera podrida y rellenarlas con hormigón.

    Pero claro, en aquel terreno el agua inundaba las zanjas con rapidez a medida que los obreros las cavaban. Ni siquiera una bomba de vapor habilitada para la tarea era capaz de sacar agua a mayor velocidad de la que entraba.

    Cuando la ruina total de la catedral parecía inevitable, al ingeniero de la obra, Francis Fox, se le ocurrió una idea muy loca: si las zanjas están anegadas de agua, tendrá que ser un buzo el que baje a extraer la madera podrida y a sustituirla por sacos de hormigón.

    Y así es como aparece el héroe de esta historia: William Walker, buzo de profesión en el astillero de Portsmouth. Su destino y el de la catedral se habían cruzado y estaban a punto de quedar sellados para siempre.

    Sumido en una oscuridad total (el agua estaba demasiado turbia para que la luz llegara a los 6 metros de profundidad), trabajó seis horas diarias para afianzar los cimientos de la catedral.

    Tardaba tanto en ponerse el enorme y pesado traje de buzo (90 kilos) que, cada vez que se tomaba un descanso, solo se la quitaba la escafandra para comer y fumar su pipa.

    Entre 1906 y 1912, Walker rellenó él solito los cimientos de la catedral con unos 25.000 sacos de hormigón, 115.000 bloques de cemento y 900.000 ladrillos. Toda una marca para un hombre acostumbrado construir barcos, no a salvar patrimonio histórico-artístico.

    Cuando terminó su labor, se pudieron bombear las aguas y añadir enormes contrafuertes en el lado sur de la catedral, y el edificio quedó por fin a salvo.

    Por desgracia, nuestro héroe falleció en 1918 a consecuencia de la pandemia de gripe que asoló el continente. En 1964 se inauguró una estatua en la catedral en reconocimiento a su titánica labor.

    En la actualidad, la cripta de la Catedral de Winchester se sigue inundando regularmente, pero el edificio ya no corre el riesgo de venirse abajo.

    La historia de William Walker nos recuerda que fueron hombres y mujeres sencillos y anónimos los que levantaron nuestros monumentos con su esfuerzo y sacrificio, aunque no conozcamos sus nombres, al contrario que los de monarcas y obispos que los mandaron construir.

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    Mira qué temazo sesentero más resultón. Su título: Winchester Cathedral. Advertencia: es absurdamente pegadizo, reprodúcelo por tu cuenta y riesgo.

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    Bibliografía

    Bell’s Cathedrals: The Cathedral Church of Winchester, Philip Walsingham Sergeant. https://www.gutenberg.org/files/20346/20346-h/20346-h.htm

    https://www.amusingplanet.com/2021/02/william-walker-man-who-saved-winchester.html

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