Arnold Böcklin: la vida pende de un hilo (o de una cuerda de violín)

    Memento Mori! Este inquietante autorretrato del pintor suizo Arnold Böcklin nos recuerda que la vida pende de un hilo (o una cuerda de violín) y esconde muchas más cosas de las que vemos a simple vista…


    ¿Lo oyes? Es la conmovedora y melancólica melodía de un violín solitario. El suave golpeteo de unos dedos huesudos sobre la madera barnizada y el vibrato de un susurro en tu oído: «Estoy cerca».

    El pintor, Arnold Böcklin, sin duda está escuchando algo inquietante y sugerente en este «Autorretrato con la muerte tocando el violín».

    No nos mira a nosotros, los espectadores, sino que lanza la mirada hacia el infinito (¿hacia la eternidad?), escuchando con atención…

    … mientras detiene la pincelada en curso. Quizá este verde de la punta del pincel sea para los árboles de su cuadro más famoso e inquietante, que está pintando en este preciso momento.

    Y esa obra es otra que «La isla de los muertos», un cuadro que lleva cautivando la imaginación de varias generaciones desde el siglo XIX por su enigmática composición y simbolismo.

    Los dos cuadros abordan el tema de la muerte, pero este autorretrato nos recuerda que la vida pende de un hilo.

    O, en este caso, de una sola cuerda. No es casualidad que la muerte toque un violín con una sola cuerda en lugar de las 4 que suele tener este instrumento.

    Así, la muerte toma el relevo de las moiras, seres mitológicos que controlaban el metafórico hilo de la vida de cada ser humano desde el nacimiento hasta la muerte, y aún después en el Hades.

    La única cuerda del violín podría romperse en cualquier momento, y la música/vida se detendría en seco.

    Para muchos de nosotros, nuestra propia muerte es un concepto más bien abstracto, hasta que sufrimos una enfermedad o accidente graves o cuando fallece un familiar o amigo. En esos momentos pasamos a sentir su presencia de una forma más tangible.

    Arnold Böcklin, pintor simbolista suizo, trató sobre el tema de la muerte a lo largo de su dilatada carrera, probablemente porque conocía mejor que nadie lo frágil que puede llegar a ser la vida.

    De los 14 hijos que tuvo con su esposa italiana Ángela, ocho murieron en la infancia y la familia tuvo que huir dos veces de las garras de la muerte en forma de epidemias de cólera.

    Lo que podemos aprender de este cuadro es que, aunque tarde o temprano escucharemos esa diabólica música de violín, lo mejor es disfrutar de la vida al máximo, pintando cuadros, escribiendo canciones o dando paseos por el parque.

    ¡Hoy no, maldita parca!


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