Es posible que tus pupilas necesiten nos instantes para adaptarse a la poderosa luz crepuscular que envuelve la atmósfera de este intrigante cuadro. La lustrosa franja amarilla que ondea sobre el lienzo tiende a atraer la mirada hacia arriba, lejos de la bruma y las sombras de la parte inferior.
Si te fijas bien, verás la diminuta huella de la luna, un pálido disco de luz que cuelga del cielo como una gota de agua perfecta. Por lo demás, la floración amarilla sirve de impecable telón de fondo a las melancólicas siluetas de los árboles invernales que se alinean, sin hojas, frente a ella.
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