El sueño eterno en piedra del doncel

    Esta es la famosa estatua de D. Martín Vázquez de Arce, una de las más sentidas, más inspiradas y más delicadamente bellas de cuantas ha producido el arte de Castilla en toda su historia.

    👇👇En este hilo intento explicar por qué lo es para mí

    Esta estatua también es capaz soportar ventajosamente la comparación con las mejores creaciones de la plástica cristiana universal.

    ¡Hala, lo que ha dicho! Ahora mismo tengo a los historiadores del arte con el cuchillo entre los dientes.

    Pero no lo digo yo, es una cita de don Ricardo de Orueta (1868-1939), investigador, historiador del arte (especialista en la escultura de los siglos XVI y XVII) y protector (olvidado) del patrimonio artístico español. A su memoria va dedicado este hilo.

    El nicho que ocupa esta estata no es nada especial: su forma es la habitual en los sepulcros góticos del siglo XV: una urna sostenida por leones, sobre la que descansa la estatua, y dos pajes en el centro que sostienen el escudo heráldico del difunto.

    Don Martín Vázquez de Arce, caballero de la Orden de Santiago caído en 1486 durante la Guerra de Granada, apoya el codo derecho sobre un montón de laureles. Tiene las piernas perezosamente cruzadas mientras lee absorto un libro que tiene abierto en las manos.

    Viste una armadura rígida en los brazos y las piernas. Una armadura de cuero, con la cruz de Santiago, le protege el tórax. Bajo ella se aprecia una cota de malla. En la cabeza lleva un casquete bajo el que asoma el cabello, a la moda de la época.

    A sus pies, vemos un paje que se pasa la mano por el rostro con un gesto de dolor; junto a él, y empotrado ya en la jamba, hay un león que simboliza la resurrección en la vida eterna.

    ¿Acaso es tan famosa por ser única estatua funeraria con esa postura, leyendo un libro en lugar de adoptar una disposición yacente? No, por ejemplo Leonor de Aquitania (muy anterior, izquierda) y Antonio del Correo (posterior, derecha) también leen inmersos en su sueño en piedra.

    ¿Es quizá la única estatua dedicada a un caído en la Guerra de Granada? No, Juan de Padilla (el doncel de Fresdeval) también se dejó la piel en Granada y está enterrado en un tumba monumental que hoy se conserva en el Museo de Burgos.

    ¿Entones qué la hace tan especial? Aquí podría hablar aspectos como la armonía de las proporciones; la ejecución, sobria, sencilla y sin detalles de modelado; la precisa ordenación de los elementos o la combinación y armonización de los recursos estéticos.

    Pero a mi juicio su principal mérito, que ensombrece a todos los demás, son las emociones que es capaz de despertar. La estatua de don Martín no es la efigie inanimada de un difunto esperando pacientemente la resurrección.

    Es una imagen que evoca la juventud, la elegancia, la espontaneidad y la gallardía.

    El joven no está moribundo, sino lleno de vida. Su rostro no se ve embargado por la fatiga, sino por la reflexión y el sosiego.

    Pero al mismo tiempo, su cuerpo, joven, suelto y ligero, nos transmite dejadez, y de un modo muy vago, algo de cansancio espiritual, de vagar de alma, del abandono que tarde o temprano sufren todas las tumbas.

    Parece una melancólica ensoñación de piedra dedicada a las armas y a las letras: el puñal y el libro juntos, la acción y el reposo, la gloria en la tierra y el más allá como fin en sí mismo.

    Al fin y al cabo, la melancolía tuvo un papel destacado a finales de la Edad Media, como se hace patente en otras manifestaciones artísticas como el arte flamenco de la época o en buena parte de los pintores del quattrocento italiano.

    Y puede que, tras contemplar su estatua, también pensemos en la muerte: al fin y al cabo es la evocación última de todo sepulcro cristiano. Pero no transmite una imagen negativa de ella.

    El caballero ha muerto, pero está vivo y presente ante nuestros ojos. Triste, ausente en espíritu, pero existiendo en su concreción física. La corrupción de la carne se elude, no está muerto ni duerme en espera de la resurrección.

    Nos presenta una bella expresión de suave resignación y de esperanza por la salvación eterna. No hay angustia ni hieratismo ante la muerte. Ni siquiera el pajecillo a sus pies expresa un dolor violento, brusco ni expresivo.

    El escultor no se centra en el llanto desesperado de los que ya han perdido la esperanza, sino que ha logrado plasmar una muerte bella, sin sus padecimientos ni su mediocridad.

    Huye de lo que hacen otras estatuas yacentes, que no muestran más que descomposición de materia repulsiva y desagradable.

    Por eso, este sepulcro se diferencia de las demás estatuas yacentes que pueblan nuestras iglesias y catedrales.

    No sabemos a ciencia cierta quién lo esculpió. La mayoría de los entendidos la atribuyen a Sebastián de Almonacid, artista que trabajó en grandes obras de la Catedral de Toledo como el retablo mayor o los sepulcros de Álvaro de Luna y su esposa.

    Fuera quien fuese, castellano o extranjero, nunca se labró el alabastro con tanto esmero en el país. Es una obra de arte en el tránsito entre el gótico y el renacimiento, un cruce del pasado del futuro, tendencias que se funden a la perfección y en armonía.

    Es una composición tan sobresaliente, tan bien colocada en la capilla, con una luz tan favorecedora y una tonalidad tan especial, adquirida por el paso del tiempo, que posee una nota artística tan de primer orden, de esas que raramente se encuentran.

    Y por eso creo que es una obra extraordinaria. Ha conmovido a generaciones de viajeros durante siglos, que se han topado con ella inesperadamente en visitas rutinarias a la Catedral de Sigüenza (Guadalajara), donde duerme su sueño eterno desde el siglo XV.

    Muchas gracias por leer hasta aquí. Si te ha gustado y has aprendido algo nuevo, retuitea el primer tuit del hilo para darle más difusión. Y sígueme si quieres para más batallitas sobre los temas más diversos. Feliz día y…

    En el próximo hilo veremos cómo la Catedral de Sigüenza fue ampliada de una forma un tanto peculiar.

    Nota: este hilo forma parte de una serie de 3 historias sobre la Catedral de Sigüenza cuyo único propósito es obligar a @itineratur a ir a Sigüenza.

    Bibliografía.
    https://ferna.eu/2019/02/el-doncel-de-siguenza/?lang=es

    Azcárate Ristori, José María de (1974). «El Maestro Sebastián de Toledo y el Doncel de Sigüenza». Wad-al-Hayara: Revista de estudios de Guadalajara.
    Pérez-Villamil, Manuel (1899). La Catedral de Sigüenza. Tipografía Herres.


    Publicado originalmente en:

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