La de Helmuth von Moltke es la voz más antigua que conservamos grabada. ¿Pero cómo es posible que un mariscal prusiano famoso por ser muy parco en palabras nos haya legado la voz más antigua que onservamos?
En el mundo de los inventos a menudo unos cardan la lana y otros ganan la fama. Que se lo digan si no a Thomas Alva Edison, cuya habilidad para apropiarse y comercializar inventos ajenos con gran éxito lo convirtió en una celebridad y en un hombre asquerosamente rico.
Las primeras grabaciones sonoras
Edison comenzó su carrera como inventor en Newark, Nueva Jersey, con el repetidor automático y sus otros dispositivos telegráficos mejorados, pero el invento que le dio mayor notoriedad fue el fonógrafo en 1877.
Sin embargo, el primer aparato que podía grabar sonidos reales mientras pasaban por el aire (pero no podía reproducirlos, su finalidad era sólo el estudio visual) fue el fonoautógrafo, patentado en 1857 por el inventor parisino Édouard-Léon Scott de Martinville. Las primeras grabaciones conocidas de la voz humana son grabaciones fonautógrafas, llamadas fonautogramas, realizadas en 1857. Consisten en hojas de papel con líneas blancas moduladas por ondas sonoras creadas por un estilete vibratorio que cortaba una capa de hollín al pasar el papel por debajo. Un fonautograma de 1860 de «Au Clair de la Lune», una canción popular francesa, se reprodujo como sonido por primera vez en 2008 escaneándolo y utilizando software para convertir la línea ondulante, que codificaba gráficamente el sonido, en un archivo de audio digital correspondiente.
Aquí puedes escuchar el resultado, aunque te advierto de que las psicofonías de Iker Jiménez resultan más reveladoras que el resultado de una restauración moderna, aunque sí se aprecia una melodía:
En defensa del fonógrafo de Edison hay que decir que no solo era capaz de registrar las ondas sonoras, sino también de reproducirlas, un logro tan inesperado para el gran público que parecía casi mágico. El fonógrafo convirtió a Edison en una celebridad, que llegó a ser conocido como «El Mago de Menlo Park» (el Menlo Park de Nueva Jersey, donde tenía su laboratorio, no el de California).
Aunque Edison obtuvo la patente del fonógrafo en 1878, apenas desarrolló su invento durante los años siguientes, pues quedaba mucho trabajo por hacer para poder convertir aquella tecnología en un producto económicamente rentable. El soporte que usaba su primer prototipo para grabar era una lámina de papel de estaño alrededor de un cilindro acanalado. Su principal problema era que grababa el sonido haciendo muescas en este fino papel de estaño, y este frágil material era propenso a rasgarse y se desgastaba después de sólo un par de reproducciones, haciendo la grabación inservible.
Como resultado las pocas grabaciones de estaño que nos han llegado no pueden reproducirse con una aguja sin dañarlas seriamente pero, al igual que con los fonogramas de Scot de Martinvillet, pueden escanearse ópticamente y luego reproducidos digitalmente. esto se ha hecho con éxito en un par de casos como la siguiente grabación de 1878 se abre con un solo de corneta de 23 segundos, seguido de una canción no identificada seguida de la voz de un hombre recitando canciones infantiles populares. La calidad del sonido es muy pobre, pero casi se puede distinguir «María tenía un corderito» y “La vieja madre Hubard”, así como a un hombre riéndose a carcajadas.
Edison recuperó el interés por el fonógrafo cuando otros inventores como Alexander Graham Bell, Chichester Bell y Charles Tainter fabricaron aparatos similares al fonógrafo que utilizaban cilindros de cartón recubiertos de cera en lugar de placas metálicas (lo que permitía la reproducción de las grabaciones en múltiples ocasiones sin que se destruyeran). Al olor del dinero, Edison desarrolló un nuevo prototipo que registraba las ondas sonoras en rodillos de cera para la grabación de voz y música, que podían reproducirse en numerosas ocasiones con mayor calidad de sonido.
La voz más antigua que se conserva
El fonógrafo mejorado fue todo un éxito en Estados Unidos y Edison no tardó en enviar sus empleados por el mundo para mostrar y vender la nueva tecnología. Uno de ellos fue el alemán Adelbert Theodor Wangemann, que durante una gira por Alemania grabó en rollos de cera varias actuaciones musicales, así como las voces de muchas figuras históricas famosas.
En ruta desde Berlín a Viena, se detuvo en la pequeña localidad alemana (hoy polaca) de Kreisau para hacer una visita a una celebridad que vivía retirada en su gran finca de Silesia. Su carrera había sido meteórica: oficial del ejército real danés y paje del rey con 20 años, comenzó su carrera en el ejército prusiano en 1822 y, tras un período como asesor del sultán en el Imperio Otomano, regresó a Prusia, donde se le nombró jefe del Estado Mayor General en 1857 (curiosamente, el mismo año en que Scott de Martinville inventó su fonoautógrafo).
Bajo su liderazgo, modernizó las fuerzas armadas, implementando innovaciones como la Auftragstaktik: una doctrina militar enfocada en dar a los oficiales subordinados un objetivo claro pero sin instrucciones rígidas sobre cómo lograrlo. En lugar de seguir órdenes detalladas, se les otorgaba libertad para tomar decisiones en el campo de batalla según las circunstancias, fomentando la iniciativa individual y la flexibilidad táctica. Este general creía que la guerra era impredecible y que la descentralización del mando permitiría a las tropas adaptarse más rápidamente a los cambios, lo que aumentaría su eficacia en combate.
Quizá la mejor forma de resumirla sea su famosa cita que resuena hasta el día de hoy en las academias militares:
“Ningún plan de batalla sobrevive al contacto con el enemigo”.
Durante la Guerra Austro-Prusiana de 1866, dirigió con éxito al ejército prusiano en una rápida campaña culminada en la Batalla de Sadowa, lo que consolidó el dominio de Prusia en el mundo de lengua alemana. Posteriormente, en la Guerra Franco-Prusiana de 1870-1871, diseñó y ejecutó una serie de maniobras que condujeron a algo que se consideraba imposible contra el mejor ejército del mundo: la aplastante derrota de Francia, incluida la captura de Napoleón III y la proclamación del Imperio Alemán.
Aquel hombre se llamaba Helmuth von Moltke y era el tío del hombre que hizo perder la Primera Guerra Mundial a Alemania. Tras obtener todos los honores y prebendas (mariscal de campo, conde, diputado a cortes y héroe nacional), se jubiló y repartió su tiempo entre su apartamento de Berlín y su finca de Kreisau, donde el 21 de octubre de 1889 recibió con curiosidad a aquel visitante que venía a enseñarle uno de los inventos más impactantes del momento.
El conde von Moltke a sus 88 años incluso se ofreció para hacer varias grabaciones, entre ellas un verso de Hamlet de Shakespeare muy acertadamente elegido para la ocasión (Acto 1, Escena 3, «Dein Ohr leih jedem, wen’gen deine Stimme» – «Presta a cada hombre tu oído, pero a pocos tu voz»), así como un pasaje del Fausto de Goethe, ambos grabados en dos cilindros de cera.
Aquí puedes reproducir las dos grabaciones:
Los dos cilindros de cera con las grabaciones se perdieron hasta que fueron redescubiertas en 1957, aunque permanecieron sin identificar durante décadas. El 30 de enero de 2012, se encontraban entre una serie de grabaciones restauradas por el Parque Histórico Nacional Thomas Edison.
Cuando identificaron la voz del conde von Moltke, los investigadores se dieron cuenta de que no solo tenían entre manos la voz de la persona con la fecha de nacimiento más temprana jamás grabada, sino también la única voz de una persona nacida en el siglo XVIII: Helmut von Moltke había nacido en 1800, técnicamente el último año del siglo.
Lo irónico del asunto es que, de los cientos de millones de personas nacidas en el siglo XVIII, la única voz que no se ha apagado para siempre es la de un hombre famoso por ser muy parco en palabras y apodado en alemán “der grosse Schweiger” o “el gran silencioso”. De él incluso se dice que sabía escuchar y callar en 7 idiomas que dominaba.
También llama la atención uno de los fragmentos de la grabación, en la que el viejo conde afirma:
«El fonógrafo permite a un hombre que ya lleva tiempo descansando en su tumba volver a levantar la voz y saludar al presente».
Y es que el mariscal von Moltke no podría levantarse de su tumba aunque quisiese: murió en Berlín el 24 de abril de 1891 menos de dos años después de hacer aquellas grabaciones. Recibió un gran funeral de estado con honores militares y su féretro se transportó en tren hasta el mausoleo familiar de su finca de Silesia donde hizo las grabaciones para el empleado de Edison.
En 1945, una muchedumbre de polacos saqueó su palacete y mausoleo en Kreisau cuando Polonia se anexionó Silesia y nada se sabe de sus restos mortales desde entonces (probablemente destruidos o diseminados por la propiedad), pero tal y como predijo su voz sigue presente para saludarnos desde un pasado que apenas conocemos por libros cuadros y fotografías silenciosos.
Bibliografía/para saber más
The 1880s Speak: Recent Developments in Archeophony