La cumbre de la pintura histórica española

En la cumbre de la pintura histórica española se dan cita el amor no correspondido, la locura, los celos desmedidos y, en cierto modo, la necrofilia.

¿Por qué esta obra corona la pintura histórica española y lleva cautivándonos desde hace casi 150 años? 👇


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Tras la muerte en Burgos de Felipe el Hermoso, su cuerpo fue trasladado a Granada para recibir sepultura.
 

En una de las etapas del viaje, su esposa, la reina Juana, mandó colocar el féretro en un convento que creyó de frailes, pero que en realidad era de monjas.

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Cuando se enteró, se mostró horrorizada y mandó que lo sacaran del convento y lo llevaran al campo.

Allí hizo permanecer a la comitiva a la intemperie, sufriendo el riguroso frío de la estación.

Ese es el preciso instante que representa el artista en este lienzo.

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La figura de la reina Juana preside la composición: erguida frente a un simple asiento de tijera con un almohadón, viste traje de terciopelo negro y oculta su cabello con tocas, como corresponde a su reciente condición de viuda.
 
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Un detalle que a menudo pasa desapercibido son las 2 alianzas que lleva en la mano izquierda, entumecida por el frío.
 

Son su alianza y la de su esposo muerto, que dan testimonio de su viudedad 💍💍

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Pese a su evidente estado de gestación avanzado (de la infanta Catalina de Austria), se muestra aparentemente impasible al frío estremecedor con la mirada desencajada, en medio del desolado paraje en que se ha detenido la comitiva.

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El humo de la hoguera y el barro del camino se convierten en una metáfora del estado emocional de la reina Juana, que anímicamente permanece en la más estricta soledad a pesar de estar rodeada de una pequeña multitud.
 
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La soberana vela el féretro de su amado esposo, adornado con Águila Imperial Exployada con corona real abierta y sin diadema (y el León de Brabante) y colocado sobre unas simples parihuelas, cuyos asideros muestran el brillo de su desgaste por el uso.
 
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Alrededor vemos, de izquierda a derecha, el cuartel de León, el águila imperial bicéfala, el escusón de Flandes partido del Tirol, el cuartel de Castilla, el emblema de Granada, el águila de Sicilia, el cuartel de Aragón y el cuartel de Borgoña Antigua.
 
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En torno a la reina y el féretro se disponen los miembros de la comitiva.

Sentada junto al ataúd, una dueña joven contempla a la reina con gesto de resignada paciencia, mientras un monje, arrodillado a su lado, lee en voz baja una plegaria empuñando un cirio.

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A la derecha de la reina, resguardados al calor del fuego y apostados junto al tronco desnudo de un árbol, los miembros de su corte descansan de su marcha nocturna, reflejándose en sus rostros una mezcla de cansancio, aburrimiento y compasión por el desvarío de su soberana.
 
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Destacan el tratamiento de las indumentarias, pero sobre todo de los elementos orográficos y atmosféricos, que refuerzan la tensión emocional de la escena.
 
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En la esquina superior derecha puede verse la silueta del monasterio, escenario de la ira de la reina, y en el extremo opuesto aparece el resto de la comitiva regia, aproximándose al lugar bajo las primeras luces del día, envueltas en un cielo invernal totalmente encapotado.
 
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El título de la obra es Doña Juana la Loca, pintada con óleo sobre lienzo por el artista aragonés Francisco Pradilla, mientras estaba pensionado en la @RAEroma en 1877.
 

En la actualidad se encuentra expuesta en el Museo del Prado de Madrid @museodelprado.

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Obtuvo la medalla de honor en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1878, además de fama en las Exposiciones Universales de París en 1878 y Viena en 1882, así como en Berlín.
 

¿Cuál es la clave de su éxito y de que lleve casi 150 años fascinando a expertos y aficionados?

Boceto preparatorio de Pradilla para el lienzo.
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En primer lugar, este lienzo es un caso excepcional en la pintura histórica, donde por lo general los grandes maestros plasmaron escenas con épicos triunfos protagonizadas por personajes de la historia española, con el objetivo de exaltar la gloria nacional.
 

La conversión de Recaredo, 1888. Antonio MUÑOZ DEGRAIN.
Cristóbal Colón en el Convento de la Rábida, Eduardo Cano de la Peña, 1856
La muerte de Viriato, José de Madrazo, 1807

En lugar de una exaltación de Don Pelayo en Covadonga (Madrazo), del Descubrimiento de América (Eduardo Cano) o la Rendición de Bailén (Casado del Alisal), Pradilla aborda un tema (la supuesta locura de doña Juana) que ya había cautivado la imaginación de otros pintores.
 

La demencia de Juana de Castilla, Lorenzo Vallés, 1866
Juana la Loca, Charles de Steuben, 1836.
La reina Doña Juana la Loca, Gabriel Maureta y Aracil, 1858

Pero el artista se decanta por una escena llena de melancolía, desgracia y locura silenciosa (en la figura de la reina) y aburrimiento, padecimiento por el frío y desazón (en las expresiones de su comitiva).
 

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Sin embargo, lo más destacado es su magistral composición: plasma un instante de apenas unos segundos, en el que una fuerte ráfaga de aire procedente de la esquina inferior derecha casi apaga los 2 velones mortuorios que flanquean el féretro y el cirio que lleva el monje.
 
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Al mismo tiempo, levanta una gran humareda en la hoguera que hay junto a la reina enviando una columna de humo hacia la esquina superior izquierda que parece simbolizar la muerte: Felipe el Hermoso ya no está, no es más que cenizas esparcidas por el viento.
 

Pero hay más…👇👇

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… y es que la auténtica función de esta humareda es crear una composición perfectamente equilibrada en forma de aspa, y envuelta en el paisaje desolado en que se desarrolla el patético episodio.
 
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Esta cruz nos hace dirigir la mirada instintivamente hacia su centro, dominada por una Juana que es un esperpento enloquecido, convertido en un espectáculo cortesano para los eclesiásticos, nobles y caballeros que componen su comitiva.
 
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Además, esta composición también permite integrar al observador en el círculo de cortesanos que contempla a reina (el gran formato de la obra también favorece este efecto), que se siente parte de la patética escena y queda implicado emocionalmente en ella.
 
Varios visitantes contemplan hoy el lienzo 'Doña Juana la Loca' (1877) en la exposición del museo del Prado, 'Francisco Pradilla (1848-1921) , esplendor y ocaso de la pintura de historia en España'.  Fotografía de Víctor Sainz, El País.
A la magistral escenificación de Pradilla se añade su genial realismo pictórico, el original sentido narrativo, un sorprendente conjunto de diferentes expresiones faciales y todo el cúmulo de potentes sentimientos humanos.
 

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El resultado es la cumbre de la pintura histórica española, que también marca el inicio de su decadencia, como parece indicar el deterioro cognitivo de doña Juana, en elaborada metáfora.
 
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En la actualidad, los historiadores debaten si Juana de Castilla fue apartada del poder por su padre y luego por su hijo debido a sus problemas mentales o si fue por puros intereses políticos.
 
Nunca lo sabremos, me temo.
 

La Reina Juana la Loca recluida en Tordesillas con su hija, la Infanta Catalina. Francisco Pradilla y Ortiz, 1906


Publicado originalmente en:

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