Un elemento muy curioso de las catedrales góticas, sobre todo en las francesas, son los laberintos trazados en el pavimento de la nave central. ¿Qué pintan allí y cuál es su función y significado?
El laberinto es un símbolo presente en culturas de todo el mundo desde hace miles de años, representando renacimiento, temor, esperanza, eternidad, realización personal y redención, por solo poner algunos ejemplos.
En la cultura occidental, podemos rastrear su origen con total certeza hasta el mito griego del Minotauro de Creta.
Los griegos veían al toro como el zoe, personificando la fuerza vital, el poder de la naturaleza y los instintos primarios. Este primer laberinto, aparentemente, fue diseñado para proteger el lado más oscuro de la naturaleza.
También simboliza los miedos del rey Minos, en esencia los instintos “bestiales” que intentaba suprimir. Algunos han querido ver en el laberinto helénico un símbolo negativo, asociado al miedo y a un mal abrumador.
Además de por la literatura oral y escrita, los laberintos pasaron al mundo romano (y de ahí al medieval) a través de las artes plásticas decorativas.
El ejemplo más destacado son los mosaicos decorativos que adornaban el pavimento de edificios públicos y residencias privadas, que son los que han llegado hasta nosotros.
La presencia de este tipo de mosaicos en las basílicas romanas (antes de convertirse en espacios religiosos) los trasladó a los templos cristianos.
Así, un símbolo pagano (mitológico) como el laberinto se convirtió en un símbolo del misticismo cristiano, teoría respaldada por su presencia en algunos templos paleocristinanos.
Este paso atestigua la increíble capacidad del cristianismo para incorporar símbolos culturales y religiosos a su propia iconografía para hacer la doctrina más accesible a los fieles (cruces, árboles de navidad, etc.).
Sin embargo, no fue hasta la proliferación del estilo gótico cuando su importancia y propagación llegó a su punto álgido, aunque no es mucho lo que sabemos sobre su verdadera función debido a la ausencia de soporte documental.
Se ha propuesto que en la época de las grandes catedrales góticas empezaron a simbolizar la subida de Cristo al Calvario.
También que representaban un viaje geográfico y espiritual por parte de los fieles. Recorrer el trazado de estos intrincados laberintos, posiblemente de rodillas, habría remplazado simbólicamente el peregrinaje a Jerusalén.
Peregrinar por sus sinuosidades laberínticas permitiría llegar, al fin, el centro o Ciudad Santa que era imagen, no de la Jerusalén de Palestina, sino de la Jerusalén Celestial.
Esta teoría queda reforzada por el cierre de las rutas de peregrinaje hacia Jerusalén desde la 3.ª Cruzada (1189-1192) debido al paulatino declive y desaparición de los estados cristianos en Levante ante el empuje musulmán.
Aunque muchos de los laberintos originales han desaparecido con el paso del tiempo (catedrales de Sens o Arras), aún conservamos ejemplos destacados. Como este, en la Catedral de Sain Omer, totalmente cuadrado.
O este, en la Basílica de San Quintín, también en Francia.
O este, que estaba en la Catedral de Sens hasta que se cambió el pavimento en el siglo XVII.
O este, en la Basílica de Notre-Dame de Bon-Secours, aunque es moderno (siglo XIX) y está situado frente al pórtico.
Pero el más famoso de todos es el laberinto de la Catedral de Chartres, y no por casualidad.
Sino porque es el más grande: mide 12,88 por 12,9 metros de diámetro con un ancho de 40 centímetros, con un recorrido de once niveles.
Y el más antiguo (a diferencia de otros laberintos se conserva con la piedra original de Berchéres con la que fue construido).
Y, (la cosa se pone interesante), tiene exactamente el mismo diámetro que el rosetón de la fachada oeste.
Qué casualidad, ¿no?
De casualidad nada (y ahora voy a hacerte la revelación más revelación del revelador mundo de las revelaciones) ¡¡de hecho su posición en la planta de la catedral coincide a la perfección con la posición del rosetón en el alzado de la fachada!!
Es decir, el laberinto está a la misma distancia respecto a la entrada de la catedral que el rosetón frente al nivel del suelo. De esta forma se muestra, a través de la propia arquitectura, todo el sistema de proporciones geométricas con que fue construida la catedral.
Por si esto no fuera poco, la luz que inunda la catedral por sus vitrales el 22 de agosto (el 15 de agosto en el calendario juliano usado en la Edad Media) hace que la imagen de la Virgen situada en la vidriera occidental quede proyectada en el centro de laberinto.
Otras teorías indican que en la construcción de este laberinto se usaron 272 piedras, el número medio de días que dura la gestación humana. También que las 4 secciones de la esfera representan las cuatro estaciones del año.
Una descripción de 1640 indica que en el centro del laberinto había una placa de latón o cobre, de la que hoy solo conservamos los remaches la anclaban al suelo, con una representación del combate entre Teseo y el Minotauro.
Su existencia echaría por tierra la teoría de la ruta de peregrinación simbólica hacia la Jerusalén Celestial, aunque otros expertos sostienen que no hay pruebas sustanciales que respalden tal afirmación.
El segundo laberinto más famoso es el de la Catedral de Reims, el templo donde se hacían coronar los reyes de Francia (puesto que en la ciudad Clodoveo se convirtió al cristianismo en el año 496).
Fue construido hacia 1240 con piedras de color azul y destruido en 1779 por orden de un canónigo llamado Jackemart Canon, alegando que el ruido provocado por la gente recorriendo el laberinto molestaba e impedía el desarrollo normal de los oficios religiosos.
Conocemos su diseño original por grabados del siglo XVIII: se diferenciaba de los demás laberintos «tipo Chartres» en que había cuatro sublaberintos en sus 4 esquinas exteriores.
Fue construido como firma colectiva de los maestros de obras de la catedral, Jean D’Orbais, Jean Le Loup, Gauchier de Reims y Bernard de Soissons, que ocupaban cada uno de los sublaberintos de las esquinas.
En el centro estaba el Obispo Humbert, que puso la primera piedra del edificio.
Se ha sugerido que las figuras podrían representar los diferentes niveles por los que debía pasar cualquier integrante del gremio local de los constructores (aprendiz, oficial, maestro de obras…).
Alcanzar el centro del laberinto significaría entrar en comunión con la fraternidad gremial para, al salir de él, transmitir la experiencia adquirida a los compañeros.
Los planes para restaurar el laberinto de la Catedral de Reims se toparon con dificultades técnicas y patrimoniales, y al final se optó por una solución de chichinabo: un foco que proyecta el laberinto sobre el pavimento normal y corriente.
En cierto modo, el laberinto de Reims es como el disquete informático, que murió para convertirse en un icono de salvación, el Jesucristo del patrimonio francés si lo preferís.
“¿Y eso por qué?”, os estaréis preguntando. La razón es que es el símbolo que eligieron las autoridades francesas, girado 45º, para señalizar los monumentos históricos protegidos del país. Lo habréis visto infinidad de veces al recorrer Francia.
Otro laberinto famoso es el de la Catedral de Amiens. Tampoco es original: el cabildo mandó destruirlo en 1825 porque los niños jugaban en él y el ruido interrumpía los oficios.
Sin embargo, fue reconstruido entre 1894 y 1896 cuando se renovó el resto del pavimento del templo, por lo que está integrado en un conjunto armónico y admirable de mármol blanco y negro.
Es el segundo más grande de Francia, con 12,1 metros de anchura, ocupando el espacio completo de dos bóvedas de la nave central.
Aunque es octogonal, sigue el mismo patrón que las de Chartres, por lo que se considera un laberinto octogonal de tipo Chartres.
Pero lo más interesante es su piedra central, cuyo original se conserva en el Museo de Picardía, como nos mostraba hace tiempo @itineratur (¿No sigues a itineratur? No sé a qué esperas).
Rinde homenaje a sus constructores: el obispo fundador, Evrard de Fouilloy, y los tres maestros de obras de la obra. El texto del borde (en francés) dice:
También se ha querido ver en la piedra central del laberinto una tumba simbólica del Maestro de Obras, figurada en la baldosa central mediante un esqueleto con los atributos del constructor, la escuadra, el compás, etc.
En España, ninguna catedral tiene un laberinto en su pavimento., aunque sí hay iglesias con laberintos. Curiosamente, casi todas están en el País Vasco, como la iglesia de San Pedro, en Murueta. O la de San Nicolás en Zaldu. O la de San Pedro en Mendexa.
Otro ejemplo es la fachada de la pasión de la Sagrada Familia, que tiene un laberinto tridimensional labrado por el escultor Josep Maria Subirachs.
Si te ha gustado este hilo, quizá también te guste el que le dediqué a las vidrieras de la Catedral de Chartres.
Y de laberinto a laberinto, plinto. Hasta aquí llega este hilo. Si te ha gustado, dale a “Me gusta” y retuitea el primer tuit del hilo para darle difusión. Y feliz fin de semana.
Bibliografía
Rodríguez-Gachs Garrido, Víctor. Los canteros de las estrellas: El lenguaje oculto de las piedras.
Santarcangeli, Paolo, El Libro de los Laberintos. Historia de un mito y de un símbolo.
Méndez Filesi, Marcos, El laberinto, historia y mito.
Publicado originalmente en: