Los bancos en la Edad Media

    Hoy puedes mandar dinero al otro lado del mundo en unos segundos, pero ¿alguna vez te has preguntado cómo funcionaban los bancos antes del teléfono/telégrafo?

    ¿O cómo ganaban dinero los banqueros medievales cuando no podían cobrar intereses por préstamos/hipotecas?

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    Desde la Antigüedad, el modelo de negocio de los bancos no ha cambiado gran cosa: cobrarte una burrada de intereses cuando te prestan dinero y darte una miseria cuando les llevas tus ahorros para depositarlos en sus cofres.
     
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    Pero durante la Edad Media, los bancos se enfrentaron a un gran problema: la Iglesia Católica condenaba el cobro de intereses, dándole al pecado el nombre de «usura».
     

    Bajo su punto de vista, el dinero no era productivo y todos los bancos la practicaban so cobraban intereses.

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    Entonces, ¿cómo ganaban los bancos dinero con los préstamos y para qué molestarse en prestar dinero a nadie si no podían ganar dinero con ello sin ser excomulgados?
     
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    Durante la Edad Media y el Renacimiento, los bancos usaban 2 técnicas para evadir las prohibiciones de la Iglesia.
     

    La primera consistía en imponer comisiones por el retraso en los pagos, por ejemplo un 10 % del importe total del préstamo.

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    La norma no escrita era devolver siempre tarde los préstamos para que el banco cobrara su comisión por demora.
     

    ¿Y no podías ser el más listo del pueblo, pagar el préstamo a tiempo y ahorrarte la comisión del banco?

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    Claro que podías, pero solo una vez en tu vida, porque los bancos ponían tu nombre en una lista negra que compartían con otras familias dedicadas al negocio bancario. Image
    Otro truco para ganar dinero con los préstamos era la tasa de cambio entre diferentes monedas: el banco te dejaba dinero en ducados, florines, táleros, etc. y tú lo devolvías en otra moneda diferente.
     
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    Pero claro, para aceptar el dinero, el banco tenía que cambiarlo a la moneda original, aplicando una tasa de cambio muy ventajosa para ellos.

    Así ganaban un buen porcentaje que la Iglesia no les permitía obtener directamente mediante intereses.

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    Pese a que no existía la tecnología que tenemos hoy y a que no podían cobrar intereses directamente, la banca era un negocio extremadamente rentable, y en el siglo XV/XVI los bancos empezaron a abrir sucursales en diversos territorios europeos.
     
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    A finales de la Edad y el Renacimiento, ya era posible ingresar dinero en un banco de Florencia y retirarlo en la filial de Londres, a cambio de una comisión.
     

    ¿Pero cómo actualizaban las cuentas y evitaban el fraude sin las comunicaciones modernas?

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    Las familias que gestionaban los bancos en la época enviaban a miembros de la familia a dirigir las filiales en el extranjero.
     

    Y conocían muy bien las firmas y la letra de sus familiares de la sede central, por lo que era muy difícil colarles documentos falsificados.

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    Además, los bancos ya contaban con mensajeros especiales capaces de recorrer a gran velocidad las grandes distancias entre las sucursales, por lo que sus libros de cuentas solían estar actualizados antes de que un estafador pudiera presentarse con un documento falsificado.
     
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    Pero espera un momento. Si era un negocio tan próspero y sofisticado, ¿cómo es que no ha sobrevivido ninguno de los grandes bancos de la época, regentados por familias de riqueza legendaria como los Medici, los Fugger o los Welser? Image
    Bueno, en aquel momento, los bancos quebraban con mucha facilidad debido, en gran parte, a las guerras.
     

    Los reyes necesitaban financiar sus campañas militares y los bancos que hacían negocio en sus dominios estaban obligados a financiarlas.

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    Y los soberanos se aprovechaban de los bancos con entusiasmo: a menudo, se negaban a devolverles las grandes cantidades de dinero que les habían prestado, ocasionando su quiebra.
     
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    Muchas veces los reyes tomaban esta decisión presionados por sus consejeros o los notables del reino, sabedores de que la quiebra de los bancos les impediría reclamar otros préstamos, incluyendo los que ellos mismos habían contraído.
     
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