Y tenía corazón… Anatomía del corazón: obra maestra de Enrique Simonet

    Una mujer de mala vida al margen de la sociedad. Un objeto de placer para usar y tirar.

    Pero, mira por dónde, era un ser humano. Y tenía corazón…

    Vamos a ver los secretos de esta obra maestra

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    Mientras realiza una autopsia, un anciano forense contempla pensativo el corazón que acaba de extraer al cadáver de una mujer joven sobre la mesa.
     
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    El pintor experimenta con la arriesgada disposición perpendicular del cadáver hacia la pared del fondo, un recurso pictórico llamado escorzo que ayuda a crear una ilusión de profundidad en el cuadro a los ojos del espectador.
     
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    El estudio anatómico del cuerpo y los cabellos es impecable.
     

    👀 Fíjate en cómo el brazo desmayado del cadáver rompe la horizontalidad de la composición

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    A propósito del brazo desmayado: es un recurso formal para indicar la muerte, muy característico en la iconografía religiosa como descendimientos o piedades y, por ejemplo, reinterpretado por David en “La muerte de Marat”.
     
     

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    El artista se recrea en los brillantes colores y las transparencias de las botellas de formol y otras botellas que hay en la ventana, insertando un minibodegón dentro del propio cuadro y rompiendo la monotonía cromática de las tonalidades empleadas en el resto de la pintura.
     
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    La atmósfera del cuadro está llena de contrastes.

    Como el del viejo médico forense y la bella joven que yace sobre la fría mesa de autopsias.

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    O la verticalidad del viejo médico y la horizontalidad del cadáver y las mesas de la sala de autopsias.
     
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    O el de las oscuras paredes, apenas iluminadas por un débil candil, y la luz que inunda la estancia (y el cuerpo semidesnudo) desde la ventana que hay a la derecha, creando un marcado contrapeso lumínico y dando una atmósfera de frialdad a la escena.
     
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    Debido al tratamiento realista del tema y su apabullante crudeza, muchos críticos han encasillado la obra dentro de la corriente del realismo social.
     

    La joven sería una prostituta (¿acaso con un atisbo de embarazo?) a la que le están haciendo la autopsia.

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    La pista para ello nos la su larga melena rojiza y rizada, un rasgo asociado a las mujeres de vida licenciosa desde las concubinas renacentistas hasta la escuela prerrafaelita del siglo XIX o las mujeres de los cabarets pintadas por Toulouse-Lautrec.
     
     

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    El forense, sin duda miembro de la alta burguesía en la época, se sorprende de que una prostituta pobre tenga corazón, es decir: sentimientos.
     

    Dicho de otra forma: descubre asombrado que incluso en los desheredados más marginados puede encontrarse un buen corazón 💝

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    El autor del cuadro es el pintor valenciano (pero de padres malagueños) Enrique Simonet Lombardo, que lo terminó a los 24 años mientras estudiaba con una beca en Roma.

     
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    Uno de los ejercicios que debía completar durante sus estudios en la Ciudad Eterna era un desnudo, pero Simonet quería aprovechar la oportunidad para pintar algo que captara el espíritu del progreso científico.
     
    Ciencia y caridad (1897). Pablo Picasso.
     
    Por ello, la obra se encuadraría originalmente dentro de la corriente cientifista que proliferó en la pintura de finales del siglo XIX y que buscaba una representación aséptica de los avances científicos, en este caso de la medicina forense.
     

    Luis Jiménez Aranda (1845-1928), Rondas de médicos en la sala del hospital (1889), óleo sobre lienzo, 290 x 445 cm, Museo de Bellas Artes de Sevilla, Sevilla, España
    Anna Sahlstén (1859-1931), Cirugía en el hospital (aprox. 1893), óleo sobre lienzo, dimensiones desconocidas, EMMA - Espoon modernin taiteen museum, Espoo, Finlandia.
    André Brouillet (1857-1914), Lección clínica en el hospital de la Salpêtrière (1887), óleo, 290 x 430 cm, Universidad París Descartes, París.
    Thomas Eakins (1844-1916), La clínica Agnew (1889), óleo sobre lienzo, 214,2 x 300,1 cm, Museo de Arte de Filadelfia, Filadelfia, PA

    Conforme a las cartas que envió a su familia, se inspiró en el cadáver de una actriz que se había suicidado y había aparecido flotando en el Tíber.

    De sus apuntes en una morgue romana procede la impresionante plasmación de la carne mortecina que podemos admirar en el cuadro.

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    Para el doctor, el artista escogió a un mendigo que se encontró por las calles de la ciudad, algo que hacía con frecuencia cuando encontraba a alguien de su gusto.
     
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    La obra pertenece a los fondos del Museo del Prado, pero desde 1933 está en depósito permanente en el Museo de Málaga, ciudad en la que adquirió su nombre popular “Y tenía corazón”, a partir del que se fue difundiendo su interpretación moralizante sobre la científica.
     
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    En realidad, el título oficial de esta obra es “Una autopsia” según la web del Museo del Prado, aunque en otros manuales también figura como “Anatomía del corazón” o “El anatomista”.
     
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    En una capilla de la Catedral de Málaga también está expuesta otra de las obras de gran formato más célebres de Simonet: La decapitación de San Pablo, dando testimonio de la estrecha vinculación del pintor con esta ciudad.
     
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    Publicado originalmente en:

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